CAPÍTULO 28

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Piper no podía sacar de su cabeza la imagen de Artesian aguardando por Alex con una rosa en sus manos, y aunque la pelinegra quiso darle la menor importancia, el detalle estaba ahí presente, esa rubia sin duda quería algo más allá con Alex y no era algo a lo que la pelinegra estuviera poniéndole muchas trabas.

Estaba agotada, pero necesitaba hablar con alguien que la hiciera entender si había actuado bien o mal, alguien a quien en verdad no le importara darle un golpe y regresarle los pies a la tierra por más dura que fuera la realidad, y esa era Polly.
No la había visto quien sabe en cuántos meses, y por lo mismo, tampoco le había dado detalles respecto a lo que sucedía con Alex, y aunque en su momento le había confesado que ella misma había besado a la guitarrista, hasta ahora Polly seguía creyendo que Piper estaba alejándose de esa mujer lo más posible, pero aunque eso habían acordado que la rubia haría, cada vez parecía que estaba haciendo lo contrario.

Compró comida para llevar en uno de esos establecimientos que adoraban cuando eran universitarias y condujo hasta el departamento de Polly que le quedaba prácticamente del otro lado de la ciudad, y por eso era que no se frecuentaban tan seguido, pero esa era una ocasión especial.
Observó el edificio en el que había pasado gran parte de sus días hacía años, y se adentró en él, observando los muchos cambios que habían hecho en el sitio.
Había alfombras nuevas, la pintura de las paredes era otra y había también nuevos cuadros en la pared.
Subió las escaleras con prisa, pues su amiga vivía en el segundo piso y pensó que el camino le ayudaría a pensar mejor cómo le plantearía todo aquello que había sucedido sobre todo en la granja, pues no era nada sencillo de explicar.

Pasó saliva y se apresuró a tocar la puerta, esperando que su mejor amiga la recibiera, pero en vez de eso un hombre abrió la puerta cubierto solo por boxers y descalzo.
Piper se alejó un poco y miró de nuevo el número en la puerta, creyendo que se había equivocado, pero no era así.
El hombre dijo algo pero ella solo lo miró de mala manera, y entonces, al fondo, escuchó a su amiga llamarlo "Pete", y entonces lo reconoció, era ese vecino de su amiga del que la castaña había estado enamorada desde hacía años pero que sin embargo, jamás se había atrevido a confesarlo o salir con el, y ahora ahí estaba, semidesnudo en su departamento.
Vaya momento el que había elegido para ir a buscarla.

— Creo que alguien te busca, Pol... — dijo el hombre confundido.

— ¿A mí? Pero yo no estoy esperando a nadie... — Polly se asomó cubierta por su bata de baño ante la mirada de sorpresa de la rubia. — ¡Piper! — chilló lanzándose hacia ella para abrazarla.

— Creo que debí haber traído comida para tres... — dijo abrazando a su amiga.

— Hmmm... No, Pete ya se iba, ¿cierto?

— Eh, si... Claro, nena... ¿Te veo después?

— Sí. — se inclinó a besarla y la castaña solo sonrió viéndolo recoger sus cosas de todas partes para marcharse aún sin vestir hasta su puerta frente al pasillo.

Ambas entraron y mientras Polly se vestía en su habitación, Piper colocó las cosas en la barra de la cocina observando el departamento ahora remodelado de su amiga.
Era un sitio más sobrio, sin pósters en las paredes e incluso había unas cuantas plantas por todas partes.
La cocina estaba ordenada, el refrigerador no tenía demasiados imanes, pero su colección de tazas aún estaba orgullosamente exhibida en las encimeras con vitrina.

Caminó hacia la sala y pudo notar el montón de libros que coleccionaba desde años atrás.
Ahora tenía un enorme librero de madera con algunos patos grabados en los bordes, como si estuvieran rasguñados e inflamados sobre la superficie de madera color chocolate, y justo en el centro, en medio de todos los libros, estaba esa foto que se habían tomado años atrás en uno de los bares que solían visitar.
Ambas estaban abrazadas y sonrientes, con un enorme tarro de cerveza frente a ellas.

LOVE HER MADLYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora