LOVE HER MADLY

CAPÍTULO 22

A penas puso un pie en la oficina, Piper deseaba como loca que se llegara el momento de salir, puesto que Alex había prometido que se pondrían de acuerdo para su próxima visita privada.
No habían parado hacía días, desde que comenzaron esa especie de relación sin compromiso, a veces intentaban dejarlo por un día o tomarse un tiempo lejos de la otra, pero la tentación siempre ganaba y terminaban quedando de verse en el departamento de una de las dos para desatar todo su deseo y sacar la frustración del día.
A penas se levantó de la cama, le envió una selfie junto a una de las amplias ventanas en su departamento, llevando solamente la camiseta de Alex que ahora era su pijama preferida, y por supuesto que la pelinegra enloqueció viendo hasta el más mínimo detalle en aquella imagen. El cabello alborotado brillando dorado con la luz del sol, las piernas largas y torneadas que salían bajo la camiseta, y los pequeños puntos que formaban sus pezones erizados sobre el logotipo de la banda estampado en la camiseta. Todo aquello fue como una descarga de adrenalina mañanera en el cuerpo de Alex.
Así que esos días especialmente, Piper había estado trabajando con prisa en los casos que quería dejar en orden antes de tomarse esa semana de descanso que Red le había concedido como premio a su buen trabajo, cosa que desde luego no tenía nada contentos al resto de sus compañeros que estaban atado solo a sus días legales de vacaciones y feriados.

Mientras firmaba un par de archivos, la sorprendió el intercomunicador con su característico sonido de alerta, seguido por la asistente de Red que ahora fungía también como su propia recepcionista, haciéndole saber cuando uno de los clientes se pasaba por la oficina para alguna cita con ella o si había alguna correspondencia con su nombre.

— Abogada Chapman, la señorita Zelda Witt solicita entrar a verla, pero me temo que no tiene cita con usted. — la voz de la joven mujer incluso se escuchó un poco preocupada.

— Está bien, Brook, que pase. — dijo en un suspiro.

— En seguida la hago pasar.

Hacía días que Zelda estaba insistiéndole con esa segunda cita que se habían prometido, pero que la rubia por decisión propia no había aceptado aún.
Sentía que ella no era ese tipo de mujer que salía con dos personas al mismo tiempo, aunque en realidad no estaba saliendo con Alex, pero era casi lo mismo. Eso sin contar que la urgencia diaria de ver a la pelinegra le consumía todo entusiasmo de hacer planes con cualquier otra persona, incluso había pospuesto sus salidas con Polly con tal de no perder un solo día con Alex, tratando de hacerse creer a ella misma que solo se debía a la relajación que la guitarrista le daba y a las increíbles horas de sueño que podía dormir después de cada encuentro.
No siempre se quedaban a dormir juntas, pero cuando lo hacían era más fácil conciliar el sueño, y cuando se decidían a no dormir lado a lado, al menos su cuerpo estaba libre de todo estrés y tan cansado que cuando lograba conciliar el sueño, dormía como nunca en su vida. Sus ojeras se habían disminuido y sus mañanas eran mucho más felices y pacíficas desde entonces.

— Hola, hermosa desaparecida. — saludó con una sonrisa de oreja a oreja colocando su bolso en una de las sillas frente al escritorio de Piper.

— Hola, Zelda. — se levantó en seguida de la silla para saludarla. — ¿A qué debo el honor de tu visita?

— Bueno, — la abrazó y besó sus mejillas como siempre solía hacer — oficialmente quiero pedirte algo... — Piper se congeló de inmediato. — Quita esa carita preocupada, — sonrió — te quiero de abogada personal.

— ¿Qué? — Piper la guío hacia el sofá junto al ventanal, donde ambas se sentaron frente a frente.

— Sí, deja el asunto de mi tonta banda y trabaja conmigo exclusivamente. Deja el despacho de Red, te garantizo que te haré un aumento en el sueldo, y más aún si me ayudas a no perderlo todo en la corte.