CAPÍTULO 36

855 84 119
                                    

Sabían que no debían quedarse juntas, porque ahora que Alex había aceptado abiertamente quien era y que había negado cualquier especie de relación fuera de lo laboral con su abogada, pero a penas estuvieron en el departamento de Piper, la guitarrista se negó a salir llenándola de besos y pidiéndole quedarse ahí.
Habían ordenado la cena y aunque habían bebido no existieron excesos.

Alex se sentía aún un poco decepcionada de la rubia que se había quedado dormida en sus brazos hacia ya un buen rato.
No entendía cómo dentro del amor que le profesaba, podía haberse portado tan egoísta como para no tener en consideración lo bien que se sentía liberarse y lo mucho que le habría a ella gustado presumir con orgullo a su novia, la que tanto bien le había hecho desde que había aparecido en su vida.
Anhelaba que el mundo entero supiera que la única mujer que le interesaba era Piper y que su corazón siempre sería de ella, así como cada uno de sus latidos, pero no había podido hacerlo.

Observó a la rubia suspirar completamente ajena a lo que atormentaba a Alex y a sus conflictos internos que se debatían entre lo mucho que la amaba y lo molesta que seguía sintiéndose y que a veces la invadía casi al punto de explotar.
Se levantó de la cama con la mandíbula apretada y se deshizo de su camiseta sin dejar de mirar a su novia en la cama.
El sol estaba comenzando a salir y la electricidad que desprendía su cuerpo le estaba quemando las entrañas con anticipación.
Piper había sido egoísta y debía pagarlo.

Se puso de rodillas y le besó el empeine del pie derecho, sin que la abogada siquiera percibiera nada.
Y no fue hasta que su lengua cálida comenzó a trazar un camino desde su tobillo hacia arriba, que el cuerpo de Piper se estremeció y comenzó a despertar.
Su piel se erizaba conforme Alex lamía y besaba, trazando el camino hacia el sitio que más quería probar.
Sus dientes blancos se afianzaron a un trozo de piel cerca de su rodilla haciendo que la abogada se quejara con placer y pereza.

— Sí...  Alex...— se mordió los labios y esbozó una sonrisa deseosa sin siquiera abrir los ojos.

— No me has visto y ya estás sonriendo. — se incorporó con burla. — ¿Cómo es eso posible?

— Es que ya sé a dónde te diriges

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— Es que ya sé a dónde te diriges. — sus hermosos ojos azules se enfocaron en la mujer que poco a poco se deslizaba con devoción repartiendo besos por su muslo.

— Fuiste jodidamente egoísta conmigo, y así debería también ser yo contigo, para que veas lo que se siente.

— No lo volveré a hacer... — jadeó apretando las esquinas de su almohada. — Por favor...

Alex se arrastró sobre su cuerpo para besarle los labios, y mientras su lengua se apropiaba de la boca inquieta de Piper, sus manos acariciaron cada centímetro de piel que le fue posible.
La rubia de inmediato abrió las piernas al sentir como una de las manos de Alex se deslizaba por el hueso de su cadera enviándole escalofríos por toda su espina dorsal.
Cuando Alex se ponía de esa forma, todas sus terminaciones nerviosas estaban alertas, casi a punto de provocarle un golpe de calor que la llevaba a la cumbre de cada sensación.
Su corazón y su respiración estaban acelerados, mientras que su mente parecía ser cada vez más lenta sin darle paso a poder desarrollar pensamientos que incluyeran su capacidad de razonamiento.

LOVE HER MADLYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora