CAPÍTULO 43

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FUEGO

Me desperté y miré la hora. Ya eran la 1:00 del mediodía. Giré la cabeza para ver a una bellísima Berenice profundamente dormida a mi lado.

Era preciosa hasta cuando dormía. Suspiré y levanté una mano para recogerle un mechón de pelo por detrás de la oreja.

No quería que se despetara nunca, porque sabía que en cuanto lo hiciera querría irse y luego decidiría dejarme y quedar en ser solo amigos. Puede que no la conociera de siempre, tan solo de unos cuantos meses, pero la conocía lo suficiente para saber las ideas que rondaban por su cabeza. Por lo menos con relación a lo nuestro.

La verdad,  en esos momentos me importaba una mierda el hecho de ser hermanos, de tener la misma sangre. La quería, me había enamorado profundamente de ella y sabía que no dejaría de quererla de la manera en la que lo hacía ni aunque me dijeran que era mi madre y yo su hijo.

Bueno vale, quizá eso fuera exagerar demasiado, pero si algo había comprendido esa semana esque no sobreviviría ni un mes como una persona normal sin ella. Tan solo había que ver la pinta que tenía.

Me había duchado, peinado y arreglado un poco, pero aún así seguía desaliñado y flaco.

Me fijé entonces en que Berenice no estaba mucho mejor que yo y eso me preocupó. Estaba mucho más flaca que la última vez que la había visto, más pálida, di eso era posible, y las ojeras de no haber dormido bien en mucho tiempo se le notaban, aunque habían sido inútilmente disimuladas con maquillaje. Probablemente por eso ahora dormía tanto, al igual que yo.

Volví a suspirar. ¿Y ahora que haría? Ella no querría seguir conmigo por las drásticas circunstancias, pero estaba claro que eso a ella la destrozaba tanto como a mi.

Recordé entonces el momento en el que la había visto con el cuchillo en la mano y su muñeca sangrando. Lo que había intentado hacer.

Me incorporé un poco y agarré su mano delicadamente con cuidado de no despertarla. Le di la vuelta para ver la muñeca donde ahora había una pequeña heridita sin importancia. Se la rocé con los dedos y ella se estremeció y se removió un poco.

¿Cómo era posible que hubiera intentado hacer eso? Eso era algo que me preocupaba mucho. ¿Y si cuando me fuera ella se volvía a derrumbar, como creía que había hecho, y volvía a intentar quitarse la vida? Eso sí que no lo podía permitir. Tendría que tomar medidas aunque a ella no le gustaran. Medidas que se basaban en hablar con su amiga para que la vijilara y la ayudara.

Digo yo que para eso están los amigos ¿no? Para ayudarse cuando se necesitan.

Solté su mano con cuidado y me levanté. Heché un último vistazo a Berenice y luego di media vuelta y rehice el camino de vuelta a su instituto. Esperaba poder volver con ella antes de que se despetara, pero dudaba mucho que tuviera tanta suerte.

Llegué al cabo de un rato y agradecí el saber que esas dos eran compañeras de cuarto.

Me fijé en la ventana del cuarto de Berenice.  La luz estaba encendida y vi a la chica que había visto hacía tan sólo unas horas.

Cojí una piedrita e hice el mismo gesto que había hecho el día anterior para llamar la atención de Berenice. Solo que en este caso lo que quería era hablar con su amiga Melody.

Ella se asomó a la ventana y abrió los ojos como platos al verme debajo de su ventana.

--¿Que estás haciendo tú aquí?¿Sabes lo que sucederá si te descubren? -- Exclamó -- Además ¿tú no estabas con Berenice?

-- ¡No grites o se darán cuenta! -- Le reproché y luego más calmado dije-- quiero hablar contigo.

--¿Sobre que?  ¿Que es lo que quieres decirme? Olle que te quede claro que yo te respeto porque se ve que quieres a Berenice y viceversa, pero no me caes bien. No me gusta tu actitud ni tu forma de ser.

Ya bueno eso era de esperar, sobre todo después de haberme visto a lo plan pervertido incompasivo con Berenice. Pero eso solo había sido un desliz. Las hormonas que se me habían saltado de golpe en aquellos momentos.

-- Es sobre Berenice. Es importante.-- Respondí poniendome serio para que comprendiera que no estaba de bromas.

-- ¿Que pasa con ella?-- Preguntó Melody con expresión extrañada y curiosa al mismo tiempo.

-- ¿Puedes bajar para hablar un momento?-- Le pregunté y ella asintió.

Luego cerró la ventana y se alejó de ella. Vi como cojia su abrigo y apagaba la luz tras de si.

Esperé allí hasta que la vi rodeando el edificio y caminando en mi dirección. Por su expresión daba a entender que no le hacía ninguna gracia esto de tener que bajar de su cuarto para hablar conmigo. Pero ya cambiaría de opinión cuando le contase lo que venía a decirle.

Hielo contra Fuego. (LIBRO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora