CAPÍTULO 51

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HIELO

El olor a humo era cada vez más intenso y los gritos más altos. No necesitaba ver la hora para saber que habían adelantado el terrible acontecimiento de la guerra.

Yo me asomé por la puerta de mi cuarto. El pasillo estaba completamente lleno de humo,  lo cual me asustó.

--  ¡El instituto está en llamas! ¡Fuego! -- Gritó alguien a lo lejos.

Vi a una chica, un poco más joven que yo, corriendo por el pasillo.

-- ¡Ei espera! ¿Que es lo que pasa?-- Le pregunté.

Ella se giró para verme con impaciencia.

-- Han lanzado una bomba que  explosionado la planta media.

¡¿Que?! ¡Hay es donde residen los cuartos de los más pequeños!

-- ¿Y los niños?-- pregunté alarmada.

Ella se encogió de hombros dando a entender que ni sabía cómo estarían ni le importaba lo más mínimo. Luego salió corriendo.

Yo salí de mi cuarto y heché a correr en dirección a la planta media. Allí el humo se intensificó y la estancia era casi irrespirable.

Seguí corriendo por los pasillos y alfin escuché los gritos más cerca. Eran chillidos de niños. Ya casi había llegado a la sala de sus habitaciones, pero en ese momento todo se me volvió borroso y el dolor de cabeza, junto con el resto del mal estar que había sentido esos días, me nubló los sentidos.

Caí de rodillas y apollé las manos en el suelo. Intenté gritar pero no encontré las fuerzas ni la voz.

Derrepente todos los ruidos se intensificaron. Un fuerte estruendo. Gritos de desesperación. Gritos desesperados de niños...

Todo tembló de pronto y por alguna razón tube la intuición de lo que estaba a punto de suceder. Me tiré de lleno al suelo y me tapé la cabeza instintivamente. Unos segundos después la terrible explosión retumbó en mis oídos y hasta noté una poca de quemazón en la espalda.

Levanté un instante la cabeza y vi cono el techo se rescrebajó y finalmente calló con estrépito sobre mí. Cerré los ojos y esperé mi final.

Noté el fuerte golpe sobre mí espalda y grité de dolor. Luego lo vi todo negro y perdí la consciencia.

*                               *                             *

Me desperté con un terrible dolor. Intenté levantarme pero me di cuenta horrorizada de que no podía, algo pesado me estaba aplastando y era eso mismo lo que me producía tanto dolor. Me giré todo lo que pude para ver que estaba debajo de un gran bloque de cemento del tamaño de una puerta de largo. De ancho era mucho más grueso y era imposible de mover.

Me percaté entonces de que los gritos de los niños habían cesado. Logré alzar la cabeza, que era la única parte del cuerpo que no tenía atrapada bajo los escombros, para verlo todo completamente derruido.

  Me quedé absorta al ver el terrible panorama.

Una punzada terrible de dolor me devolvió a la realidad. Me dolía todo el cuerpo y estaba segurísima de que me había roto o dislocado algunos cuantos  huesos, quizá ambas cosas.

Tosí al aspirar polvo y ceniza. Seguía oliendo a humo. Entonces un nuevo grito retumbó en la estancia.

--¡Socorro! ¡Socorro!-- gritaba, era la voz de un niño pequeño y por el tono parecía claramente asustado.

Hielo contra Fuego. (LIBRO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora