CAPÍTULO 41

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HIELO

Kaled estuvo un buen rato mirando las dos fotos sorprendido sin saber que decir. Hasta que al final rompió el silencio.

-- ¿Cómo es... posible?-- murmuró incrédulo.

-- Una vez le escuché decir a alguien, que a veces el subconsciente hace cosas increíbles, como por ejemplo, hacer que no te das cuenta de algo ovbio que tienes delante de las narices, por el simple hecho de no querer que sea cierto.-- dije un poco absorta en mis pensamientos.

Entonces él levantó la vista y miró la pequeña cajita de madera que tenia sobre mis rodillas.

--¿Y esto que es?-- Preguntó estirando la mano para coger un matojo de cartas.

¡O dios! ¡Las cartas de Nekane!

Esas cartas me las había escrito Nekane cuando aún éramos novios, en un verano que él se había ido de vacaciones a casa de su abuela. Suponiendo que era bastante lejos, en ese verano solo nos comunicabamos por cartas. Y por alguna maldita razón yo las había guardado en la caja cómo un tesoro más de todos los que en ella tenía.

--Para Zenda, mi pequeña blancanieves.-- leyó Kaled la parte de atrás de la carta. -- De Nekane.

-- Un momento ¿Nekane no era aquel chico que te acosaba?-- Dijo él y por su rostro supuse que estaba molesto de ver la carta que sostenía. -- Y además ¿Zenda? Pensaba que te llamabas Berenice. ¿Y por qué te llama mi pequeña blancanieves? -- recalcó mirándome ahora ya con la cara roja.

¡O dios! ¡Se a puesto celoso!

Tenía ganas de reír. Kaled estaba celoso hasta la médula. Eso era algo innegable.

Estiré el brazo y le arranqué todas las cartas de la mano.

-- Esas cosas no son de tu incumbencia. Además estas cartas ya son de hace tiempo. -- Le respondí.

Él me miró con cara de pocos amigos y queriendo una explicación. Yo suspiré mientras volvia a meter las cartas en la cajita para luego cerrarla y apartarla a un lado asegurandome de que Kaled no volvía a meter la mano en ella. Tenía cosas muy personales ahí. Cosas que no quería que nadie más viera. Eran mis tesoros y solo míos.

Kaled siguió mirándome sin apartar la vista esperando una respuesta. Yo volví a suspirar agotada.

-- Kaled... Antes de conocerte me pasaron cosas. ¿Vale? Yo... Salí con Nekane, pero la cosa no funcionó asique cortamos. Pero él nunca lo superó, aunque supongo que yo tampoco del todo, por eso siempre intenta forzarme. No es que me acose, sino que quiere que vuelva a quererlo. Quiere que volvamos. Pero yo no puedo. Aunque lo deseo no puedo. No puedo por una parte porque no quiero volver sufrir otra vez y por otra porque te conocí a ti y la cosa cambió. -- Las lágrimas asomaban a mis ojos dispuestas a ser derramadas a pesar de mis esfuerzos por contenerlas. -- Y ahora no se que hacer. Estoy en una encrucijada. ¡Porque no quiero haceptarlo a él porque no quiero sufrir otra vez! ¡Porque a cambio deseo estar contigo, pero no puedo porque resulta que somos hermanos y estamos haciendo incesto!

Ahora sí, las lágrimas traicioneras se me calleron de los ojos y recorrieron mis mejillas. Acababa de confesarle mis sentimientos a Kaled.

Él no dijo nada, solo extendió el brazo para pasarlo por detrás de mí espalda y me atrajo hacia si para consolarme. Yo lloré y sollocé mientras él me murmuraba palabras como No te preocupes. Todo saldrá bien. Y también. Si es por lo de tu relación con Nekane no te preocupes, no me importa.

Eso último me satisfacía y me demostraba lo buena persona que era. Normalmente otro chico se habría enfadado y sabe dios que más al descubrir que antes de con él, había estado con otro. Pero a Kaled en esos momentos no pareció importarle. Solo parecía estar concentrado en tranquilizarme y consolarme.

Hielo contra Fuego. (LIBRO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora