FUEGO
Me levanté de la cama y me miré al espejo. Estaba hecho un completo desastre. Tenía el pelo completamente revuelto, apestaba a sudor y por si eso no fuera poco, unas enormes ojeras dibujaban mis ojos. También había adelgazado. En tan sólo una semana había pasado de ser el chico divertido y socarrón, a un desastre horrible para la vista. En tan sólo la larga semana que llevaba sin tener absolutamente ninguna noticia de Berenice.
Esto me estaba matando. Ahora entendía porque mucha gente de mi raza decía que el amor era la peor enfermedad que podías contraer. Y también decían que te hacia débil, cosa que también empezaba a creer cierta.
Desde que Berenice me había dicho aquellas horribles palabras para luego desaparecer de mi mapa visual cómo si de un sueño se tratase, me había derrumbado por completo.
Mi tío había decidido sacarme del internado, porque según él, y para nada era mentira, no estaba en condiciones de estudiar y hacer exámenes. Asique ahora estaba en su casa y en la que me había criado cuando era pequeño. Bueno aunque para entonces ya empezaba a dudar de hasta donde me había criado realmente de pequeño.
Le había acabado explicando toda mi relación con Berenice, porque no tenia más remedio. Y ahora él también se sentía culpable por mi lamentable estado. Aunque eso era lógico, ¡porque gran parte de mi situación era por su culpa!
Petaron a la puerta. Yo me senté de nuevo en la cama exausto.
--Adelante-- dije con voz ronca y desanimada.
Mi tío abrió la puerta de mi cuarto. Y me miró con expresión preocupada.
-- He hecho la comida ¿vas a bajar a comer?
-- No tengo hambre-- Respondí con descaro y desgana.
-- ¡Kaled tienes un comer algo! ¡Llevas el día entero sin pegar bocado y mirate estás muy flaco!-- Exclamó.
Yo bufé.
-- ¡No tengo hambre! ¡No voy a bajar a comer asique vete y dejame solo!-- grité.
Él suspiró y, haciendo caso omiso de mi comentario para que se fuera, se hacercó a mi cama y se sentó a mi lado.
--Kaled no puedes estar así toda la vida. Debes ir a hablar con ella. Aunque sea para dejar las cosas claras.
Yo quería gritar.
¡Será embustero!
--¡No mientas!¡ Tú lo único que quieres es que me reconcilie con ella para cumplir la dichosa profecía de mierda!-- Exclamé.
Él me miró sorprendido por mi comentario. Luego suspiró, increíblemente aun no se había cabreado. Tras hacerle ese comentario había esperado recibir una buena bofetada o algo así, pero no, solo se quedó ahí observándome pacientemente como buscando la forma de expresar lo que él quería decirme.
-- Kaled, es cierto que quiero que por lo menos, ya que ya sabéis todo, intentéis cumplir la profecía. Pero ahora mismo eso es lo que menos me importa. Lo que me importa ahora es tu estado y también el de Berenice, porque dudo mucho que ella estea mejor que tú. Tenéis que hablar para aclarar las cosas. No te estoy diciendo que te comprometas con ella ni nada por el estilo, solo te estoy aconsejando que deberíais hablar sobre todo lo sucedido.
Yo suspiré. Sabía que él tenía razón. Pero ¿como haría? Berenice no se había presentado en ninguno de los primeros días que había ido a la linde y dudaba de que lo fuera a hacer ahora.
Además por otro lado yo no me sentía preparado para ir a hablar con ella. No aun. No así.
Él se quedó un poco más allí sentado, luego se levantó y se fué, pero no sin antes volver a intentar convencerme de que comiera algo, cosa que no logró.
Yo me quedé sentado allí y luego me tumbé en la cama y me llevé las manos a la cara mientras notaba grandes lágrimas recorrer mi cara.
Me odiaba a mi mismo por ser tan débil. ¡Yo nunca lloraba! Y ahora me encontraba derrumbado en mi cama desecho y con los ojos rojos derramando asquerosas lágrimas.
ESTÁS LEYENDO
Hielo contra Fuego. (LIBRO I)
FantasiUna guerra sin fin, muchos peligros y amenazas y un secreto que deberá ser descubierto. Un planeta dividido entre el hielo y el fuego en el que sus habitantes son incompatibles y se odian. Berenice, que es una hielana, se dará cuenta de lo equivoc...