CAPÍTULO 20

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HIELO

Ese día no sabía por qué había decidido volver a la linde. Era como la primera vez que había ido, algo de allí me atraía y mi subconsciente me arrastraba hasta allí.

Mientras caminaba notaba como si alguien me siguiera, pero cuando me daba la vuelta no había nadie.

Escuché un ruido a mi espalda y me giré por enésima vez, pero no había nada. Seguí caminando.

Llegué a la linde y decidí sentarme de rodillas. No sabía que esperaba encontrar allí. Empecé a hacer círculos en la nieve, con el dedo índice, aburrida.

-- Vonito lugar para ir a dar un paseo.

Me giré para ver a Nekane depié, justo detrás de mi.

¡O mierda!

Desde la última vez que había estado con él, en el baño de los chicos, había conseguido evitarlo. Pero al parecer él había encontrado la forma de encontrarme.

Un momento. Pensé recuperando mi parte sensata. ¡Me ha seguido hasta la linde!

Seguro que ahora me chantajearía o directamente no tendría compasión y se lo diría a todo el mundo. Me metería en problemas si lo hacía.

-- ¿No bas a decir nada?-- Preguntó él. Tenía una ancha sonrisa en la cara.

-- ¿Para que molestarme si ya sabes que é venido a la linde? -- Respondí.

Él siguió mirándome con expresión divertida y luego para mi horror me agarró del brazo obligandome a levantarme con brusquedad, y me arrastró hasta el árbol nevado que estaba a dos metros de la linde.

--¡Sueltame! -- Grité forcejeando aun sabiendo que era inútil.

Él me apolló contra el árbol y aprisionó mis manos sujetandomelas por encima de la cabeza. Luego me besó. Fue igual de horrible que la primera vez. Noté mis lágrimas resbalarse por mis mejillas.

Y entonces por el rabillo del ojo noté un movimiento. Jiré un poco la cara para ver horrorizada a un Kaled parado en el sitio observándonos con espanto.

¿Enserio que de todos los días que habían pasado tenía que venir precisamente ese día?

Me di cuenta de cuales eran sus intenciones e intenté decirle con la mirada que no lo hiciera, que se fuera, sino lo haría peor. Si Nekane descubría que me había estado encontrando con un fogoso ya podía darme por muerta.

Para mi desgracia Kaled no me hizo caso y le propinó un puñetazo a Nekane que lo tiró al suelo.

-- ¡Aléjate de ella! --Gritó.

Nekane lo vió con odio.

-- ¿Y tú quien diablos eres? -- Preguntó Nekane -- ¡Eres un fogoso! ¡Y acabas de traspasar la linde!-- Volvió a decir al darse cuenta.

-- ¡Sí y como no desapareccas ahora mismo de mi vista pondré a prueba mis poderes contigo!

Nekane izo caso omiso a la amenaza y se abalanzó contra Kaled. Se enzarzaron en una dura pelea. Yo no podía hacer otra cosa que mirar horrorizada cómo mi amor y mi enemigo se pegaban descontroladamente.

-- ¡Parad! -- Grité-- ¡parad por favor!

-- ¡No vuelvas a tocarla! -- Kaled estaba encima de Nekane y tenia las manos envueltas en llamas. ¡Lo iva a quemar!

-- Kaled por favor ya vale, dejalo. -- Le supliqué.

Él giró la cabeza para verme. Tenía una expresión que daba miedo y los ojos marrones parecían hechar fuego.

Me estremecí de terror al verlo así de amenazante. Él se dió cuenta y se relajó un poco. Luego se levantó para dejar libre a Nekane, pero no apagó el fuego de sus manos.

Nekane nos observó a los dos desconcertado. Ahora Kaled estaba a mi lado en una postura de protección.

-- Vosotros dos... -- Dijo Nekane aun sin creerse lo que sus ojos y las circunstancias le indicaban.

-- ¡Cómo se te ocurra contárselo a alguien o como vuelvas a tocar a Berenice, te juro que iré si hace falta a la otra punta de tú ciudad para buscarte, y te quemaré vivo!-- Exclamó Kaled -- ¿Has entendido?

Nekane asintió con la cabeza, pero antes de jirarse me miró a mi con esa expresión que me indicaba que yo no me  libraría tan fácilmente. Luego se fué.

Yo me quedé allí de pie sin saber que hacer o decir.

-- ¿Quien era ese tipo?-- Me preguntó Kaled todavía cabreado.

-- Un imbécil. -- Respondí. -- Un imbécil que lleva acosándome desde hace un tiempo.

Sabía que eso lo enfurecería aun más pero ya no podía mentirle.

Él me miró con una expresión de horror, asombro y preocupación.

-- ¿¡Que!?

Yo no supe que más decir y me derrumbé en lágrimas. Él me abrazó para consolarme, aunque aún notaba su nerviosismo, seguía cabreado y eso no cambiaría hasta que le contara todo. Y así lo hice.

Cuando acabé él me miró a los ojos, ya estaba más relajado. Habíamos acabado acurrucandonos abrazados en el árbol nevado.

-- ¿Por qué no me lo dijiste antes?

-- Porque no sabia como reaccionarías. -- Respondí exausta.

Él me dió un pequeño beso en los labios. Todo parecía estar genial, pero en realidad aún quedaba un asunto por resolver.

-- Siento haberte congelado las manos, no se por qué lo hice. Supongo que solo quería descargar mi rabia contra alguien. -- Dije agachando la cabeza. -- Lo siento.

-- No pasa nada. Yo también siento haberte dicho lo que te dije. No estuvo bien. -- Me respondió. -- No soportaría estar más sin ti.

-- ¿Entonces por qué no viniste estos días?-- Le pregunté. En realidad sabía que así podría meter la pata otra vez, pero necesitaba saberlo.

-- Porque los guardias franquean las puertas del internado en el que resido, ya sabes por eso de la próxima guerra, y es muy difícil salir sin ser visto.

Yo suspiré. Sí la horrible guerra que estaba por venir. Me preguntaba como sería.

-- Pero a partir de ahora prometo venir siempre, o por lo menos el tiempo que nos queda antes de que empiece la guerra.

-- ¿Y que aremos después? -- Pregunté.

Él me observó con cara de pena y...  ¿arrepentimiento?

-- Espero que tú te quedes en tu casa a salvo. -- Dijo -- Yo voy a participar en la guerra.

Me quedé helada.

¡¿Quee...?!

Hielo contra Fuego. (LIBRO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora