CAPÍTULO 36

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HIELO

Corrí de vuelta con la cara manchada en lágrimas. Esto no podía estar pasando. Esto no era más que una pesadilla y quería despertar de ella de una maldita vez. Pero en realidad sabía que era cierto, porque ahora todo tenía sentido.

El sentimiento de que me faltaba algo, el sueño de los bebés que enrealidad era un recuerdo del pasado. La casa, el cuarto infantil que ponía nuestros nombres y el cuadro.

Y la otra prueba irrefutable que había guardado siempre en mi cajita de los tesoros...

Crucé la linde y me topé por el camino con un Nekane de expresión preocupada que se sorprendió al verme. Pero yo no estaba lista para soportar sus gilipolleces, asique seguí corriendo y lo aparté de mi camino de un empujón.

-- ¡Berenice! ¡Berenice espera!

Yo seguí corriendo. Pase por la ciudad fantasma, que era la ciudad que había quedado derruida tras la última guerra, y me diriji a la casa en ruinas a la que siempre iva cuando necesitaba desahogarme sola. Esas ruinas que siempre me habían visto sollozar y gritar de rabia en mis peores momentos, desde que tenía 8 años.

No se cuando Nekane dejó de seguirme, pero cuando llegué al fin a las ruinas ya no lo vi por ninguna parte.

Me acurruqué en mi rincón favorito, junte las piernas al pecho, apollé la cabeza en las rodillas y entonces comencé a llorar y sollozar dejando que todos mis más malos y desastrosos sentimientos se desbordaran en forma de grandes lágrimas recorriendo mi cara.

Esto era horrible. Le había dicho cosas horribles a Kaled. Había sido un arrebato. Le había soltado todo lo que incontrolablemente me había pasado por la cabeza en aquellos momentos. ¡Y me arrepentía tanto!

Sin embargo, sabía que lo que había dicho no era mentira, porque desde que lo había conocido mi vida, que hasta ese momento ya era bastante frustrante, había dado un giro completo para volver mi vida aun más extraña y desastrosa.

Me había prometido a mi misma no volver a sentir amor por nadie, pero él había destruido mi proposito por completo.

Escuché unos pasos hacercarse.

-- Aquí estas-- jadeó Nekane, que por lo que parecía había estado corriendo probablemente en mi busca.

Yo no dije nada solo me encojí un poco más y seguí llorando sin importarme ya que él me viera. Ya no me importaba nada. Él se sentó a mi lado y noté como pasaba su brazo por detrás de mí espalda para atraerme hacia él y consolarme. Yo apollé la cabeza en su pecho y lloré descontroladamente.

Sí, lloré en brazos de Nekane. Lloré en brazos del muchacho que me había destrozado el alma, el corazón. Lloré en brazos del muchacho al que, durante un buen tiempo, había llegado a amar y querer con todo mi corazón, y que luego él me había destrozado.

Lloré en brazos del muchacho al que había amado y que ahora deseaba olvidar, a pesar de que él insistía en llevarme de vuelta a quererlo de nuevo.

Hielo contra Fuego. (LIBRO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora