CAPÍTULO 30

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HIELO

Seguí caminando inconscientemente hasta llegar a una pequeña casita de madera de dos pisos que había tenido mejores tiempos.

Una imagen, como de un recuerdo, me vino a la cabeza. En ella aparecía la misma casita de madera pero más reconfortante, vonita y en mejores condiciones.

Fue solo un instante. El recuerdo apareció en unos segundos y luego desapareció de mi mente. Yo me asusté un poco, pero seguí caminando y decidí entrar.

La casita daba directamente a una pequeña cocina, en esos momentos bastante deteriorada. Otro recuerdo extraño se apoderó de mi mente por unos segundos. Vi la cocina toda limpia y en buenas condiciones, en la nevera había un dibujo pintado por un niño pequeño.

Volví de nuevo en mi. ¿Pero que me estaba pasando? Me volví para ver la nevera en esos momentos ya oxidada y descubrí el mismo dibujo, pero esta vez roto y con el papel amarillo por el tiempo. Todo me resultaba muy familiar.

Me fijé en un cuadro que había colgado en una de las paredes y me quedé asombrada. El cuadro estaba roto y lleno de polbo, pero aún así se podía ver bien la imagen. En él había una mujer sujetando a dos recién nacidos, a los cuales no se les veía la cara ni nada. La mujer tenía una melena larga color negro claro y de color azul de agua cristal, ¡igual que los mios! ¡Era igual que yo! ¡Parecía yo pero con más edad!

Me quedé absorta viendo la foto y no podía dejar de pensar que esa mujer me resultaba muy familiar. Al final de un poco, me giré para seguir viendo a mi alrededor y divisé, al fondo de la cocina, unas escaleras que daban al piso de arriba.

Las subí y me encontré con un pequeño pasillo en el que había tres habitaciones. Estaba apunto de abrir la primera, cuando oí un ruido que me dejó paralizada en el sitio.

Alguien había entrado en la casa.

Hielo contra Fuego. (LIBRO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora