CAPÍTULO 39

198 12 0
                                    

HIELO

--Vamos tienes que comer.-- Me regañó Nekane ya por quinta vez.

Yo jugaba con la comida con el tenedor. No tenía ninguna hambre. Pero desde que hacía cuatro días me había desmallado por no comer nada en los tres días seguidos que habían seguido al terrible domingo en el que había ido a la tierra de los fogosos, Nekane y Melody habían hecho un complot para vigilarme y asegurarse de que comía y de que no enfermaba.

Melody casi me mata cuando llegué al cuarto después de tres largos días sin vernos, pero el enfado se le fue pronto porque me vió deprimida y no tuvo que más remedio que intentar consolarme.

Estaba bastante demacrada. Pálida, bueno más pálida de lo que ya era, con ojeras y un poco flaca.

--Deja de jugar con la comida y come. -- Me volvió a regañar Nekane.

-- No tengo hambre-- Resoplé.

--Vamos Zenda tienes que comer.

Yo levanté la vista sorprendida. Hacía tiempo que nadie me llamaba por mi segundo nombre y menos él. Algo se encendió en mi interior y me removí incómoda. Así era como me llamaba él antes de que cortáramos y todo lo malo nos sucediera. Noté un retortijón en el estomago por el recuerdo y eso me hizo enfurecer. No, no quería volver a pensar en él de esa forma.

-- No quiero. -- Le dije de forma despectiva.-- Y no cojas tanta confianza. Llamame Berenice como todo el mundo.

Aparté el plato, me levanté y me dispuse a irme, pero él me agarró del brazo.

--No has comido nada. Por lo menos comete la mitad. ¡Pero come algo!

Yo suspiré exasperada. Esto era deprimente y frustrante. Miré a mi alrededor. El comedor estaba lleno de gente. Lo último que quería era montar un escándalo asique obedecí, me senté y comí la mitad a pesar de que no tenía ningunas ganas.

* * *

Ya en mi cuarto me tiré en mi cama. No paraba de pensar en todo lo que me estaba pasando. No paraba de pensar en Nekane y Kaled al mismo tiempo. Las dos imágenes recorrían mi mente sucesivamente.

Recordé entonces lo que había estado a punto de hacer el día anterior. Había cogido un cuchillo de la cocina a escondidas y lo había llevado a mi cuarto, y luego ya sola con el cuchillo, lo había posado en mi muñeca dispuesta a hacer la terrible idea que me rondaba por la cabeza desde hacía ya tiempo. Sin embargo, al final no había tenido el valor suficiente para cortarme las venas. Asique ahora el cuchillo estaba escondido bajo el colchón de mi cama.

Me levanté de la cama y lo levanté para cojer el cuchillo. Lo observé mientras lo sujetaba con la mano.

Seria tan fácil acabar con todo aquel maldito sufrimiento.

Seria tan fácil... Pensé posándolo en mi muñeca aun a sabiendas de que no conseguiría nada. No tenía tanto coraje cómo para suicidarme. Aunque en esos momentos deseaba hacerlo.

Un golpe seco proveniente de la ventana interrumpió mis pensamientos. Separé el cuchillo de mi muñeca y me diriji a la ventana aun con el cuchillo en la mano sin molestarme siquiera en esconderlo.

La abrí y asomé la cabeza por fuera para mirar a bajo. Abrí los ojos como platos al ver a la persona que estaba allí abajo.

Hielo contra Fuego. (LIBRO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora