CAPÍTULO 24

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HIELO

Cuando me desperté, por lo que parecía, estaba en un cuarto oscuro, No veía nada. Me estremecí al sentirme sola en la oscuridad.

Noté un dolor punzante en la cabeza e intenté llevarme las manos haí para masajearmela, pero descubrí horrorizada que las tenía atadas a lo que parecía un poste o algo parecido.

Me estremecí al recordar todo lo que había pasado. ¿Habría sido Nekane quien me había hacho esto? Rechiné los dientes de rabia. ¡No podía hacerme esto solo por celos! Porque desde luego no me creía que él me hubiera atado y encerrado solo para protegerme.

Me entró la risa al pensarlo.

-- ¿Que te hace tanta gracia?-- al oír la  voz de Nekane, que había encendido la luz y estaba bajando unas escaleras, me callé y lo miré con furia.

Observé la estancia en la que me encontraba aprovechando que ahora había luz. Por lo que parecía me encontraba en el sótano del internado. Un sótano que, por lo que se veía, nadie devia haber pisado desde hacía ya unos cuantos años, pues todo estaba viejísimo, roto, lleno de polbo y telarañas...

-- ¡Sueltame! ¿Por qué demonios me has atado aquí?-- Chillé-- ¡Estás loco!

-- Solo lo hago por tu bien, entiendelo.-- Me respondió él.

¿Estaba de broma no? ¿Por mi bien?

-- ¿Me estás diciendo que me has atado a un poste en el sótano del instituto, solo por mi propio bien?-- Exclamé.

Él no respondió ni se inmutó, solo se quedó quieto donde estaba mirandome fijamente, estudiandome. Me revolví y aparté la vista intimidada por su mirada.

Aun así noté su mirada punzante registrando mi cuerpo ahora vulnerable e indefenso. Quería bomitar. ¡Quería gritarle! Pero me quedé haí parada, con la vista perdida en otra parte que no fuera él, sin hacer nada.

--¿Cuanto tiempo pretendes mantenerme así aquí?-- Le pregunté aun sin atreverme a mirarle.

Casi pude sentir cómo una pequeña sonrisita asomaba por sus labios.

Sin embargo cuando habló lo hizo con un tono serio.

-- Estarás aquí hasta que encuentre la forma de sacarte sin que nadie te vea, para llevarte a mi casa o a cualquier otro sitio donde pueda vigilarte hasta que la guerra acabe. Es decir, probablemente el día de recogida.

Yo me quedé blanca y lo miré horrorizada.

¡El día de recogida era el día que nuestras familias vendrían a buscarnos! ¿Deveras pretendía dejarme allí dos semanas?

-- ¿¡Que?!-- Exclamé.--¡No! ¡Nekane deja de hacer el imbécil y sueltame!

Forcejeé con la cuerda que me apresaba las manos desesperada

¡Él se giró, pretendiendo irse y dejarme allí sola!

-- ¡Nekane por favor no me hagas esto!-- grité y luego caí en llanto. -- ¿Por qué me haces esto?

-- Porque quiero asegurarme de que no te vas a ir a la guerra y a matarte y no me mires así porque ambos los dos sabemos que estás lo suficientemente loca cómo para hacerlo. ¡Además de que ahora para colmo también te ves con un fogoso cosa que ya es de locos!

Yo sollocé rendida. No podía estar hablando enserio. Sí que había pensado en ir a la guerra. Desde que Kaled me había dicho que participaría en ella había decidido que quería ir a verlo al menos y darle mi apollo.

¡Pero Nekane no podía hacerme esto!¡No podía dejarme aquí encerrada dos semanas para luego llevarme a su casa hasta que la guerra acabara! ¡Y podrían pasar años hasta que esto último sucediera!

Nekane se giró pretendiendo subir de nuevo las escaleras y apagó la luz dejándome a oscuras.

-- ¡No! ¡Nekane espera!  ¡Por favor no me dejes aquí! ¡Nekane!-- grité desesperada y sin parar de forcejear con la cuerda.

Él no se inmutó y siguió su camino. Yo estaba aterrada, desde pequeña le temía a la oscuridad y él lo sabía.

-- ¡Nekane por favor! -- Sollocé-- ¡Sabes que le temo a la oscuridad!

Las lágrimas desbordaban desesperadas por mis mejillas.

-- Sí, lo se, pero no puedo arriesgarme a que alguien vea la luz por debajo de la puerta y se asome a ver.-- Me respondió él girandose para verme con una radiante sonrisa.

Él disfrutaba viéndome así, destrozada, desesperada, aterrada, inmune...

Luego se giró y se fue dejándome sola en la fría oscuridad. Yo lloré y sollocé hasta que me quedé exausta y luego me quedé dormida.

Hielo contra Fuego. (LIBRO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora