CAPÍTULO 29

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FUEGO

Caminé sin pensarlo, dejando que mi intuición, que nunca me había fallado, me guiara.

No paraba de pensar en Berenice. En lo que podría pasarle. ¿Estaría bien? ¿La habrían encontrado? ¿Llegaría a tiempo?

Si me la encontraba viva y sana lo primero que haría, después de abrazarla, seria regañarla por lo loca que estaba y lo tonta que había sido al adentrarse en la tierra fogosa. Pero ya no estaba tan seguro de que pudiera encontrarla viva.

Cada minuto que pasaba era una tortura. No paraba de correr, pero sin embargo aún no había llegado a mi destino. ¿Y si ella no estaba allí? ¿Entonces que haría?

Por fin llegué al sitio en el que inexplicablemente intuía que se encontraba. Una pequeña y vieja casita de madera de dos pisos, que en otros tiempos probablemente habría sido vonita y acogedora, pero que en esos momentos estaba vieja, desgastada y tenia algunas vandas de madera, que hacían de tejado, rotas.

Ya había estado allí una vez cuando era pequeño, pero mi tío me descubrió dentro, me regañó y me hizo prometerle que nunca volvería allí.

Entré dentro rompiéndo así completamente mi promesa. Si Berenice estaba allí dentro yo no me iva a detener de ir a buscarla solo por una tonta promesa.

Hielo contra Fuego. (LIBRO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora