FUEGO
Me aproximé a la puerta con cautela y me puse en posición de ataque, encendiendo mis manos en llamas, esperando a que el desconocido abriera la puerta como pudiera.
Oí una pequeña explosión y vi como el pomo de la puerta caía al suelo. La puerta se abrió y lo que vi tras ella me dejó mudo.
-- ¡Kaled! ¿Que estás haciendo aquí?-- me preguntó mi tío sorprendido.
Oh oh. De todas las personas, de todos los fogosos que podría haber en mi parte del planeta, ¡tenía que ser él!
No, definitiva la suerte ese día no estaba de mi parte.
-- T... Tío-- tartamudeé.
Mierda, ¿que hago?, ¿que le digo?
-- ¿Se puede saber que estas haciendo aquí?-- me gritó. Yo me estremecí. -- ¡Sal para afuera ahora mismo! Y hablaremos al volver a casa!-- me ordenó.
Se había cabreado en menos que se tarda en decirlo. Aunque eso era normal, mi tío era así, capaz de cambiar de estado en cualquier momento.
Yo me quedé en el sitio. ¡No pensaba dejar a Berenice sola!
-- ¡Kaled obedece!
-- No.
Piensa rápido. ¿Cómo hago para sacarlo de la casa?
Abrí la boca para hablar, pero no me dió tiempo a decir nada. Mi tío me agarró del brazo y me di cuenta horrorizado de lo que estaba apunto de hacer.
Ya me había roto el brazo en otra ocasión, cuando tenía trece años. Había sido precisamente el día que había descubierto esa casa y mi tío me había encontrado dentro.
Él retorció mi brazo hacia abajo y yo grité de dolor sin poder defenderme. ¡Él era el doble de fuerte que yo!
Justo antes de llegar al límite para rompermelo oímos un grito y él se detuvo. Nos giramos para ver a una Berenice con las manos alzadas, dispuestas a atacar, emanando lo que parecía humo azul y frío.
Berenice había salido del armario y con esa pose de ataque y una mirada salvaje apuntaba directamente a mi tío.
--¡No Berenice espera!-- la alerté poniendome delante de mi tío.
Vale que casi me rompe el brazo, pero esque eso en la tierra fogosa era algo habitual. En realidad aunque parezca mentira, mi tío devia ser uno de los fogosos adultos más buenos y amables de todo el condado. Asique de paso ya os hacéis una idea de como eran el resto de mi raza.
Berenice bajó las manos, pero no porque yo se lo huviera pedido. Estaba mirando fijamente a mi tío con una expresión que parecía de incredulidad.
Me giré para verlo yo también. En su expresión había desaparecido todo rastro de enfado y en su lugar había un rostro nostálgico. Vi como se le derramaba una lágrima por la mejilla. ¡Mi tío estaba llorando!
Imposible.
-- O Dios mio eres tú-- dijo él como si la reconociera de algo.
Berenice por su parte no parecía comprender nada y al ver que se le empezaba a acercar volvió a levantar las manos.
-- ¡Aléjate! ¡Déjanos ir!-- exclamó ella, pero más bien parecía una súplica.
Mi tío no se inmutó y siguió caminando. Como si no le importara que lo congelasen o, mejor dicho, como si supiera que en realidad ella no le haría daño. Porque no lo haría, eso hasta yo lo sabía.
-- Cuanto has crecido-- dijo él.
Yo no sabía que hacer. Estaba haí parado observándo la escena de un hombre con cara nostálgica y hablando, cómo si conociera a la chica que tenia delante de siempre y a una Berenice acongojada y temblando de miedo con las manos aun extendidas, supuestamente dispuesta a dar un ataque que en realidad nunca llegaría.
¡Pues menos mal que no se a encontrado a ningún otro fogoso de camino a la casa! Pensé exasperante.
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Hielo contra Fuego. (LIBRO I)
ФэнтезиUna guerra sin fin, muchos peligros y amenazas y un secreto que deberá ser descubierto. Un planeta dividido entre el hielo y el fuego en el que sus habitantes son incompatibles y se odian. Berenice, que es una hielana, se dará cuenta de lo equivoc...