CAPÍTULO 8

392 24 0
                                    

El chico de la imagen es Kenneth.

FUEGO

-- ¿Pero que a pasado aquí?-- gritó Kenneth nada más abrir la puerta y ver la mesilla y la alfombra quemadas.

Yo estaba tirado en mi cama rompiéndome la cabeza intentando encontrar una solución a mi problema.

Kenneth miró para ami esperando una respuesta.

-- ¡Me cabreé y descargué mi furia contra la mesilla y la alfombra para desahogarme!

-- Escuché al director llamarte por el altavoz, y por tu estado no debió de ser para nada bueno.¿Que te dijo?

-- Que no me aplico en los estudios y me prohibió salir del recinto.

-- ¡¿Durante todo el día?!

-- Sí. Bueno no, me dijo que tendría un par de horas de descanso pero eso no es nada.

Él se hechó a reír.

-- Querrás decir que no te da tiempo a ir a la linde y volver a tiempo. ¿Pero, por eso estás tan desesperado? Por que no ballas unos días no te bas a morir. ¿O si? -- Él me observó dándose cuenta de que no le había contado toda la verdad-- ¿Que me estás ocultando?

Sí, él lo sabía. Sabía que iva todos los días a la linde. Me había descubierto allí hacía dos años. Y nunca me restregó nada por la cara por no habérselo contado, bueno quizá sí se enfadó un poco, pero aún así se lo había tomado bien, cosa que demostraba lo buen amigo que era.

Desde entonces habíamos decidido no guardarnos secretos. Pero los secretos son inevitables en la vida. Pensé. Y uno de esos inevitables secretos era el hecho de que, curiosamente aún no me había atrevido a confesarle lo de mis encuentros con Berenice.

-- Bueno yo...

-- Últimamente estás más absorto en tus pensamientos y te bas más entusiasmado que antes a la linde.-- me interrumpió él pensativo.-- ¿Que hay en la linde tan importante que apoco más te hace dar botes de alegría y que te hace desesperar el hecho de no poder ir por estar castigado?

Mierda ¿Y ahora? ¿Le digo la verdad?¿cómo reaccionará si lo ago?

Puede que él fuera un gran amigo, que nunca me había traicionado ni juzgado mal a pesar de todas las locuras y barbaridades que había hecho a lo largo de mi vida. Pero no era lo mismo ir a la linde y quedarme haí expectante sin hacer nada más que ver el paisaje de mis contrarios... Que mantener una relación amistosa, o incluso sin ser amistosa, con una hielana.

Kenneth seguía viendo para mi, esperando una explicación, pacientemente. ¿Que hacía? ¿Le decía lo de Berenice?

--Te has puesto rojo-- me comentó él.

¡O dios! ¿Era posible que me uviera puesto rojo al pensar en Berenice? La verdad es que, ahora que lo pensaba, notaba las mejillas calientes.

-- Un momento-- Dijo él-- conozco esa cara. ¡Es la cara que pone una persona enamorada!

-- ¿¡Que?!

-- ¡Detrás de esto hay una chica!-- Exclamó sorprendido-- ¡O ya se! Tú estos días no ivas a la linde ¡quedabas con una chica en alguna parte!

Bueno, mejor que piense eso que lo otro. Pensé

-- Sí, algo así.

Él sonrió con ganas y me hechó una mirada divertida.

-- Ahora entiendo por qué estás así de afectado por el castigo. ¡Es porque pensabas encontrarte con tu novia!

-- Aver aver. Ballamos por partes-- dije-- ella no es mi novia ni nada por el estilo. Solo somos amigos.

O algo así.

-- Sí, ya ya. Bueno pues si eso es cierto por lo menos queda claro que a ti ella te gusta. -- Dijo él -- Por cierto, ¿cómo es?, ¿como se llama? ¿ la conozco? Y sobre todo ¿Por qué no me lo habías dicho?

Hay dios

-- No, no la conoces, es normal y no te lo dije porque... No encontré ningún momento oportuno para hacerlo.

Él me miró no muy convencido.

-- Aun no me has dicho como se llama.-- Dijo cruzándose de brazos.

¿Por qué me sentía tan reacio a decírselo? ¡Solo era un nombre!

-- Berenice.-- suspiré.

-- Berenice... Vonito nombre para ser de una fogosa. -- Dijo pensativo.

Ese es el problema. Pensé. Que ella no es una fogosa, es una hielana.

Era lógico que él pensará así. Los nombres de las fogosas solían ser muy extravagantes, para nuestra desgracia, a diferencia de los de los fogosos, o de los nombres de las hielanas. Curiosamente entre los hielanos solían ser los varones los que tenían nombres horribles y extravagantes.

-- ¿Y según tú solo es normal? -- Preguntó sarcásticamente. -- ¿Entonces no es guapa?

-- ¡Claro que es guapa! Es preciosa y tiene unos ojos preciosos del color del agua como el cristal...

-- Espera, espera, espera... ¿Me estás diciendo que la chica que te gusta tiene los ojos azules tan claros como el agua?-- me preguntó sorprendido.

Oh oh. ¡Mierda la he cagado!

-- No, no quería decir eso, me equivoqué...-- tartamudeé pero él me interrumpió.

-- Las fogosas y los fogosos no tenemos los ojos azules y mucho menos tan claros. Ese es el color de...-- Abrió los ojos como platos.

-- ¡Por favor, no es lo que piensas!

-- ¡Te has enamorado de una hielana!

-- Vale, sí es lo que piensas.

-- ¿Cómo es posible? ¡No, no puede ser! -- Se llevó las manos a la cabeza istérico.

-- ¡Tranquilízate!

-- ¡Si alguien te descubre con una hielana te matarán! ¿Es que te has vuelto loco de golpe? -- gritó.

¡No, si esque hoy estoy destinado a quedarme sordo!

-- ¡No grites tanto o se va a enterar todo el recinto!-- Exclamé.

Él pareció relajarse un poco, pero solo un poco.

Dios mio, menudo día llevaba. ¡Primero el director y ahora esto!

-- Por favor, siéntate y dejame que te lo expliqué con calma.-- Le dije y el me obedeció.

Esto iva a llevarme un rato.

Hielo contra Fuego. (LIBRO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora