CAMBIOS PARTE I

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"Algún día leí que ciertos viajeros habían cambiado tanto, física como moralmente, que al regresar sus parientes más cercanos no logran reconocerlos..."

Jean Paul Sartre


POV Armando Mendoza


Hay cambios que te marcan para siempre, que te marcan de por vida.

El mío por ejemplo, empezó a darse día con día, poco a poco sin que yo me percatara del mismo, dándose lentamente pero con precisión y contundencia; para luego convertirse en un cambio mayor, magnífico, haciendo estragos en mi ser, marcándome sin piedad ni decoro, marcándome hasta se volvió imposible ignorarlo, hasta que se volvió necesario aceptarlo. Y el mío aún no terminaba, no señor. Sin embargo, mi cambio se gestó desde el momento que conocí a Beatriz, que fue tomando auge cuando decidí aceptar mi verdad, aceptar que lo que siento por ella no es sino más que amor, marcando las pautas a mi cambio para no volver atrás, para instar a continuar con lo que se empezó.

Beatriz me había mostrado sin proponérselo siquiera, aquellos sentimientos desconocidos para mí, sentimientos que hicieron lo propio y fueron cambiando lo superficial y efímero de mi ser, por lo trascendental y eterno. Primero como mi mano derecha, luego como mi amiga más cercana, después como mi amante.

Si, amante porque aunque la palabra se designe actualmente para referirse negativamente a la otra persona, en mi caso mantiene intacta la belleza de la palabra, del acto mismo de amarse, de consumirse por necesidad y deseo, ese deseo de presencia, de cercanía de la persona que se ama, de la persona que amo y esa es Beatriz.

Yo había cambiado, estaba cambiando, claro que sí, pero sin duda alguna no era el único que se había transformado...

Después de semanas de agonía, de ausencia, por fin tenía a Beatriz frente a mí.

Mi cuerpo la había reconocido desde momentos antes de que se abrieran las puertas, la reclamó como su otra mitad desde mucho antes que mis ojos se posaran sobre ella, la coló en todo mi ser a través de su voz, y al igual que yo, mis demonios la habían identificado sin chistar. No había duda que ya estaba ahí.

Sabía a qué me atendría al enfrentarnos nuevamente, sabía los estragos que iba a causar el sentirla así de cerca, pero no sabía la sorpresa que me causaría, la contundencia con la que ella llegaría.

Sencillamente me había dejado sin aliento desde el instante en que osé a posar mi mirada en Beatriz, hipnotizándome sin más, haciendo que me removiera con impaciencia sobre mi asiento, sintiendo la mirada de Calderón que posiblemente me buscaba para confirmar que yo veía justo lo que él estaba viendo.

Beatriz se presentó como una mujer completamente diferente a la que se fue, una que no parecía siquiera un poquitico la misma mujer que me mostraba su fotico, esa que había cargado como amuleto durante días y que había desechado noches atrás tratando de dejarla ir. Era Betty, claro que sí, pero estaba tan cambiada que parecía otra, como si al seguir con su vida, su interior emergiera para demostrar su belleza también por fuera.

Entonces intenté a toda costa absorber lo que tenía frente a mí, absorber a esa nueva Beatriz que se filtraba por todo mi cuerpo; tratando de adquirir tanto me fue posible de su presencia para llenar mis vacíos, para cerciorarme que se trataba de ella; usando como medio a mis ojos para aseverar mi adicción, para saciarme sin decoro, para salir de esa cruel abstinencia en la que me castigó sin piedad. Todo en ella me llamaba como el canto de sirena a los marinos, todo en ella me había estremecido sin más. Pero no era por su cambio, no, era su presencia, era lo que esperaba al estar juntos en el mismo lugar.

Me enamoré por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora