REALIDAD

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"Los sueños de un hombre enfermo suelen tener una nitidez extraordinaria y se asemejan a la realidad hasta confundirse con ella."

Fiódor Mijáilovich Dostoyevski


POV Armando Mendoza


A veces no queremos despertar para seguir soñando, otras tantas es mejor hacerlo para comprobar que la realidad puede resultar incluso mucho mejor de lo esperado.

Y es que es muy difícil renunciar a los sueños cuando es muy duro el despertar, cuando por meses sentí que jamás la iba a recuperar, que tendría que demostrarle que lo que siento es la más absoluta verdad y cabía la posibilidad de que no me creería jamás.

Pero también existía la posibilidad de demostrarle que no mentí, no en esto, no en todo lo que me llegaba a provocar, y ahora me estaba dando la oportunidad de amarla sin reservas, sin secretos, de comenzar de la manera correcta y por Dios que iba a aprovechar.

Ahora la realidad era otra, era un hombre enamorado de una mujer divina, era estar en la misma oficina donde compartimos tanto pero esta vez de forma distinta, era estar abrazado a ella sin quererme separar, era tener a mi Betty sonriéndome dulcemente entre cada beso que osé a hurtar de su boca, era tenerla ahí, tratando de frenarme con sus manos palmeando mi pecho suavemente, mientras yo le dificultaba la tarea sin dudar.

–Don Armando... –musitó tratando de huir de mis labios mientras yo los buscaba desesperado.

No, no le iba a permitir que se separara de mí cuando estuvimos separados por horas, tan solo con el recuerdo de esos sueños en que estábamos tan cerca, tan pegaditos que eran mi paraíso en tierra, tampoco cuando pasamos meses sin ese delicioso contacto, cuando me tuvo cual desahuciado; mucho menos cuando la muy sinvergüenza seguía llamándome como no debía, como si hubiese una distancia que acortar todavía, así que seguí jugueteando, buscando y encontrando sus labios por un buen ratico, hasta que sentí el temblor de su cuerpo producto de sus risas.

–¿Qué le causa tanta gracia, doctora? –sondeé mientras la mecía, mientras le dejaba un besico más a sus labios despintados hasta que bajó su mirada y sentí cómo se acomodaba en mi pecho, negando divertida.

–...¿Y por qué me sigue diciendo "Don Armando", ah? ¿En qué quedamos? –acusé cuando se negó a responder, tratando de separarse de mí de nuevo. –¡Tan terca! –reprocharon mis demonios mientras yo me pegaba más a ella, haciendo justamente lo contrario.

La realidad era mejor que el sueño.

Lo era porque por fin podía gozar tenerla junto a mí, porque tenía una oportunidad para no solo enamorarla de nuevo, sino vivir y disfrutar plenamente esa cascada de sentimientos que solo Beatriz me producía.

–¿Me va a decir por qué se ríe? –sondeé nuevamente, tratando de distraerla.

–¡Bueno pues es que, es que no me suelta! –exclamó entre risas, pero si ese era el tipo de reproches que me iba a dar, ¡adelante, que lo hiciera! Que yo fascinado de recibirlos pues no me molestaban ni tantito siquiera.

–Porque no quiero –sentencié muy sonriente, haciéndole un puchero que hizo que riera con ganas mientras sus manos la traicionaban, mientras viajaban a mi cara, mientras la huella de sus dedos tiernos se posaba sobre los hoyuelos que se me formaban. –¡Días Beatriz, días, semanas, meses separados! Y usted, "no, nada don Armando, no me suelta ¿ah?" –reproché nuevamente, pegándola a mi cuerpo mientras mis manos se crispaban en su cintura baja.

Me enamoré por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora