PROMESA

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"Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma, y uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad y uno empieza a aprender. Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos..."

Jorge Luis Borges


POV Armando Mendoza

...

–¡Muchas gracias Betty, de verdad! –le susurré emocionado por la respuesta que me había dado, musité con el corazón latiendo sin clemencia, mientras mis demonios celebraban que la táctica ya estuviera en marcha, acercándome a la puerta de la sala de juntas una vez más, pues quería salir antes de que me abrazara a ella, antes de que mi cuerpo pidiera acortar cualquier distancia; pero también, porque no quería que Beatriz cambiara de opinión y se arrepintiera.

–Yo le aviso en un ratico, ¿bueno? Gracias, Betty –comenté desapareciendo por la puerta de juntas, tomando bocanadas de aire para llenar mi pecho, mientras agradecía esa posibilidad de trabajar a su lado y aprender de ella, de amarla en silencio, de usar ese pretexto para ser parte de su vida, de que la táctica me regresara a Beatriz, a mi Betty viva.

Salí de la oficina de presidencia con el corazón latiendo, bombeando con fuerza, dirigiéndome aún trémulo a mi oficina para serenarme un poquitico, para darle un respiro a mi pecho agitado. Me sentía como adolescente que acaba de hacer una travesura y se escondía para que no lo descubrieran y eso que apenas si era el primer paso –¡Ay Dios mío! –solté cuando tomé mi asiento frente el escritorio dispuesto.

Pero no era travesura, ¡no señor! Era una táctica, una que había implicado romper una promesa.

Otra promesa rota en mi vida. Otra de muchas, pero si me podía a analizar la magnitud de éstas, las más importantes habían marcado mi vida con certeza.

La primera sin duda era esa promesa incumplida de casarme con Marcela Valencia y sin duda por más culpa, por más agradecimiento que sintiera a todo lo que ella me brindó aunque de manera condicionada, no era suficiente para que me arrepintiera.

Esa promesa había sido efímera, había sido ofrecida solemnemente, prometiendo rectitud y fidelidad a la mujer que creí era el amor de mi vida, a la persona que era lo más estable que tenía en esa vida pasada que parecía no existir más, esa vida cargada de excesos y placeres provistos que ya no quería más; esa persona que había aceptado casarse conmigo dos días antes de la decisión que cambiaría mi vida.

...

Marcela Valencia me había otorgado su voto para obtener la presidencia de la empresa, aquella que había aceptado sin rechistar siquiera como el destino impuesto de las familias, remembrando ese evento que mi padre organizó en la planta administrativa más de un año atrás, remembrando que se anunciaría su retiro así como mi ascenso a presidencia, mientras Mario me recriminaba las promesas que había ofrecido, aquella que le parecía un sacrilegio, un sacrificio en vida.

–¡Me voy a casar! Entiéndalo, ¡Me voy a casar! –le exclamé a Mario cuando me cuestionó hasta el cansancio, justo después de salir de la oficina donde Daniel había insinuado que la promesa de matrimonio había sido solo una estrategia para asegurar la presidencia.

–Si, si, no lo dudo –soltó fastidiado –...Pero no con Marcela –apuntó como si la sola idea fuera extraña, pero no lo era, solo estaba aceptando las condiciones impuestas por mi familia y para mí no era tan disparatado cuando había gozado de una vida plena. –...Claro que debo admitir que proponerle matrimonio con fecha incierta fue una jugada maestra, de políticos –elucubró el idiota ése para mi molestia – Yo prometo matrimonio, pero solo cuando una mujer está renuente a pasar la noche conmigo, ¡Y tú no tenías necesidad de hacer eso con Marcela! –me reprendió con el cinismo de siempre, me reprendió pues el matrimonio lo dejaba sin su compinche de juerga.

Me enamoré por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora