INSTANTE

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"A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante."

Oscar Wilde

POV Armando Mendoza


Había tomado asiento frente a Beatriz.

Me senté con la rapidez que mi cuerpo permitió ante el asentimiento de mi ángel, ante ese ofrecimiento de estar frente a ella una vez más, desabotonando mi saco con una mano para acomodarme e inclinarme hacia el escritorio con el pretexto de ver la información junto a ella.

¡Ay Dios mío! Hace tanto que no me sentía así de contento y eso que solo estaba en su compañía.

Estábamos en la misma posición que hace mucho compartimos, sentados frente a frente, con solo la mera física separación de ese escritorio que usé por meses, que ahora era tocado delicadamente, rozado imperceptiblemente por las manitas de Beatriz cuando las posaba sobre la madera, cuando cruzaba sus manos sobre ésta.

El rol había cambiado y sin embargo, no me importaba en lo más mínimo porque estaba a su lado, porque me permitió acercarme un poquitico.

No llevaba ni cinco minuticos y me había extraviado en sus facciones, en su voz un poco nerviosa, un tanto calculadora, pero fingiendo calma o sintiéndola no lo sé, explicando la corrección que hizo mientras yo la diseccionaba, mientras me la aprendía como si acaso la recitara, leyendo todo con rapidez y destreza para recordarla, para darme un respiro a ese corazón herido y maltrecho que me cargaba, mientras Beatriz posiblemente era ajena a mis pensamientos, mientas la veía mantener su mirada en la documentación, con esos ojitos que se escondían un poco tras las pestañas que de tanto en tanto ayudaban a que parpadeara, con ese movimiento de nariz imperceptible y delicado que a veces hacía como conejito, sacándome una sonrisa al verla así de bonita, así de tierna.

Era un pequeño instante, breve, imperceptible y ya me tenía cautivado con su cercanía.

Beatriz tenía la capacidad de provocarme ternura, de demostrar su dulzura, su inocencia en cada gesto que tenía, en sus palabras mismas y eso lo extrañaba en demasía, atesoraba cada palabra de aliento que me dio en el pasado, cada sonrisa cómplice, cada jugueteo que teníamos, cada abrazo; todo eso extrañaba pues me fue arrancando sin consideración, como un castigo impuesto en pago de mis pecados, como uno en que todavía sometido y sin embargo, podía vislumbrarlos nuevamente, muriendo por gozarlos.

–...Y bueno, si la venta se lleva a cabo, en términos numéricos sin lugar a duda a Ecomoda le beneficiaría –explicó Betty sin estar consciente de mi ensimismamiento, explicó jugueteando con una pluma sobre el documento, volteando a verme esta vez.

–¡Bien, muy bien, Betty! –exclamé con la emoción como motor principal en mi voz, exclamé mientras ella pasaba saliva antes de interrumpirme nuevamente.

–Disculpe, don Armando, le hago una pregunta...–empezó a decir con palpable timidez en su voz, pero con la cordialidad teñida en toda ella, sin una nota de indiferencia, percatándome que estaba tranquila en mi presencia, percatándome que no había dureza ni en sus facciones preciosas ni en sus palabras, sintiendo una vez más esa afabilidad que me mostró durante el lanzamiento de la colección cuando hablamos, cuando no se alejó y cuando palpé una oportunidad de traerla a la vida, de recuperarla una vez más.

Yo había asentido esperando a que continuara, esperando con impaciencia a que hablara de nuevo, a que me ayudara a serenar a mis demonios que tanto me la demandaban ante tales recuerdos, ante la mezcla de pensamientos positivos que ahora me invadían cuando por meses estuve sumido en la burbuja negativa, llena de cenizas, del mismo infierno, pero que ahora se esfumaban por momenticos cuando estaba junto a ella.

Me enamoré por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora