"Ésta es la historia de dos valientes que en un mundo de cobardes se las arreglan para buscarse, encontrarse y finalmente amarse el uno al otro."
José Saramago
Narrador omnisciente
Margarita bajó del auto velozmente, dirigiéndose a la propiedad Mendoza a paso apresurado, tratando de evadir las pregunticas que le lanzaba su esposo que la seguía de cerquitica y que por muy ensimismado que estaba ante todo lo que sucedió en esa junta directiva, no podía dejar de cuestionarse las palabras de su hija Camila.
–Margarita dime la verdad, ¿Tú sabías? –sondeó tercamente mientras los recibía Mary con una sonrisa que ellos respondieron con simpleza, pasando directico al estudio mientras Margarita dejaba el bolso y la mascada que cubría su cuello sobre el sillón antes de mirar a Roberto que la escudriñaba de cerquitica.
–Si sabías. –sentenció cuando se dio cuenta de la mueca confusa y contrita que posó Margarita. –¿Y por qué no me dijiste lo que estaba pasando? A final de cuentas tu hijo canceló la boda a pocos días, dejando a Marcela muy herida y nunca entendí muy bien el porqué. –sentenció Roberto muy enojado, sentándose seguido de ella en el amplio sillón que normalmente ocupaba. –¿Fue por esa muchacha? –cuestionó nuevamente mientras Margarita suspiraba.
La señora de Mendoza acostumbraba a ocultarle cosas a su esposo, durante años así lo hizo dado que sabía cómo odiaba una incómoda situación. Además, no estaba segura cómo abordar el tema, negándose a contribuir a la decepción que su esposo sentía hacia su hijo, que si bien se equivocó, lo hizo por fanático, por loco y bueno, un cambio sí que se suscitó en él.
Margarita viró un poquitico hacia Roberto para luego tomarlo de las manos. –Roberto, no quería preocuparte más, además hace poco que yo me enteré –apeló astutamente, con esa forma que tenía de manejarlo.
–...Además, Marcela también lo sabe, mi amor, ella parece entenderlo... ¿Qué más da que no te dijera? Recuerda lo delicado que estuviste cuando te enteraste del embargo –apeló recordándole sutilmente los problemas de presión y ansiedad que lo achacaron.
Esa respuesta hizo negar con molestia a Roberto, pues aunado a la situación de la empresa, Armando jugó con los sentimientos de Marcela, la hija de su mejor amigo y a la que veía como su propia hija y eso jamás se lo perdonaría.
–¿Marcela lo entiende? –sondeó incrédulamente mientras Margarita volvía a suspirar.
–Mira Roberto, yo fui a verla después del almuerzo, ya sabes, quería saber por qué pidió manejar los puntos de venta desde Miami –explicó cuidadosamente, pues por eso fue a su oficina, encontrándola en ese momento con Patricia que estaba desolada cuando sentenció que se iba de Bogotá. –Ella está resignada, mi vida, sabe que Armando no la ama, que no van a regresar jamás y si te soy honesta, me da gusto que sea así. –sentenció Margarita mientras Roberto la miraba estupefacto.
Y es que esa visita le costó a la señora los comentarios de Camila, que se valió de viejas heridas para pedirle que dejara en paz a Armando, pero no podía evitarlo, no podía quitarse el hábito de proteger a Marcela, a la hija que veía en ella de la noche a la mañana, pero también estaba tratando de ayudar a Armando, aunque ninguno lo notara.
Mary les llevó una taza de café al estudio, interrumpiendo el momento e instando a Margarita a sonreír y tomar su taza esperando pacientemente a que su marido hablara, pero Roberto estaba sopesando todo lo que sucedió.
Por un lado, la sorpresa de ver a Camila en Bogotá, cuando años antes le pidió que los fuera a visitar y ella negó el ofrecimiento de manera educada, y él sabía el porqué: ellos eran la razón para esa renuencia a volver y no la pudo culpar del todo cuando Margarita también temía las habladurías a las que los sometería la sociedad y por su parte él odiaba la confrontaciones en general.
ESTÁS LEYENDO
Me enamoré por primera vez
FanfictionPartiendo desde que fue destituido como presidente, con una Beatriz huyendo de su lado y el desespero que eso le ocasionó, el regreso de ésta hasta la formalización de su noviazgo, esta historia es un POV de Armando Mendoza Sáenz. Armando Mendoza tu...