TIEMPO

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"Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.  Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo. Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles."

Jorge Luis Borges


POV Betty Pinzón Solano

...

Ya me había despedido de los hermanos Mendoza, estaba rebuscando las llaves de mi auto lista para ir a casa cuando sentí me tomaron del brazo, cuando me sobresalté con ese contacto, instándome a voltear un poquitico solo para percatarme que se trataba de don Armando.

–¡Don Armando, me-me asustó! –exclamé sobresaltada cuando sentí su otra mano participar, cuando me tomó para pegarse más.

Tenía el corazón acelerado.

Ese órgano traidor, enamorado simplemente respondió a su contacto, simplemente dejó que el tiempo se parara y me dejara llevar al sentirlo tan cerca. –¿Qué-qué hace? –musité nerviosamente cuando don Armando empezó a olisquearme como si yo no me diera cuenta.

–Quería desearle buenas noches, Betty... –comentó con esa voz amielada, calmada que poco a poquitico comencé a reconocer, que me empezaba a atraer con su calma.

Simplemente me giró con suavidad, me giró para que quedara frente a él mientras yo lo admiraba, mientras tomaba ese pequeño momentico, ese instante compartido para saciarme de él, para ver ese semblante tranquilo, esos ojos brillando una vez más, esos labios divinos...

Habíamos pasado por tanto en tan poco tiempo que todo parecía tan efímero, que sencillamente me hacía pensar que apenas y estaba bajando todo ese tormento, pero hace tanto no me sentía tan en paz, tan feliz al ver esa sonrisa surcarse una vez más.

Betty había salido, yo bien lo sabía, por fin se liberó de todo lo que sintió meses atrás, por fin se atrevió a ser ella a acortar esa distancia que parecía tan larga cuando eran solo unos centímetros más, que suspiró por sentir tan cerca a su verdugo y salvador.

Ahí tenía a don Armando, acariciándome con delicadeza, posando su fría mano en mi cuello hasta que me fue acercando, hasta que me hizo suspirar pues no podía creer lo que estaba pasando, lo mucho que deseaba y moría por besarlo, con esa oportunidad que pensé nunca se volvería presentar.

El tiempo es absoluto, es relativo, puede ser eterno o efímero, puede medirse, puede sentirse...

Pero con don Armando el tiempo se detenía y así lo sentí con esos labios que se posaron en los míos como necesitados, con ese toque, ese minúsculo toque que tanto había anhelado, con esos brazos que me tomaron con presteza, con esa bendita propiedad que siempre me desfallecía, que me hacía flaquear, hasta que simplemente me permití una tregua, una pausa a la duda que mi cabeza tenía, simplemente dejé que cada malo recuerdo se fuera, que todo lo bueno, lo que me despertó, lo que seguía creciendo en mi interior se manifestara sin más, hasta que regresé a tierra, hasta que cada roce tierno, tentado, hasta que cada beso cargado de pasión, de intención me despertó, hasta que sentí esa necesidad de don Armando de profundizar, hasta que pude comprobar que sus labios no mentían en acción, hasta que simplemente empecé a palmear su pectoral con suavidad pues sabía no podíamos continuar, hasta que me animé a dejarle un besico, uno travieso y pequeñico, solo uno más hasta que don Armando me soltó un poquitico, hasta que trataba de concentrarme en respirar, hasta que no pude evitar posar una sonrisa pues el tiempo se había detenido.

Me enamoré por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora