INDIFERENCIA

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"...Estaba aburrido cuando Emma comenzó a sollozar sobre el pecho; y su corazón, como las personas que solo pueden soportar una cierta cantidad de música, se adormeció por la indiferencia ante las vibraciones de un amor cuyas sutilezas ya no podía distinguir."

Gustave Flaubert


POV Armando Mendoza

...

–Sandra, ¿La doctora Pinzón ya llegó a la oficina? –cuestioné con rapidez pero tratando de parecer indiferente, mientras por dentro me derretía, cuestioné consciente que yo no la llamaba de esa manera, pero que no importaba, solo la necesitaba ver, necesitaba dar por terminada esa lejanía, esa separación sin más.

–Si doctor, ya está en la oficina –me replicó mi secretaria, para ahora así encaminarme con el corazón marcando el paso, para encaminarme con celeridad para verla una vez más...

Había caminado lo más tranquilo que podía, valiéndome de los reportes de las franquicias para acercarme a ella, me había propuesto detenerme en la puerta y exhalar pero simplemente me fue imposible, simplemente necesitaba verla a la de ya, a su versión etérea, a la Betty del pasado, a lo que fuera.

–Buenos días, Beatriz –solté con toda la tranquilidad que pude fingir, mientras deslizaba las puertas de presidencia, esas mismas que encerraban lo que más apreciaba, y no, no era la empresa.

Claro, podía ver la sorpresa en su rostro, pude percibir que la había desconcentrado con presteza cuando se sobresaltó al verme frente a ella.

–¡Dios mío, por fin! –soltaron mis demonios que trataban de saciarse al mirarla una vez más, que trataban de absorberla certeramente cuando durante un mes no había podido ser así.

–¡Ah! ¡Buenos días, doctor! –comentó Beatriz bajando una vez más la mirada hacia los papeles que revisaba –...No sabía que había llegado –musitó con la voz nerviosa regresando su vista hacia mí, perdiéndome en esos ojos almendrados que no había visto en mucho tiempo posarse sobre mí.

¡Dios mío! Simplemente se veía divina, ahí estaba mi paz, yo lo sabía, estaba todo en ella como lo conocía, aunque ahora estuviera protegida, cubierta con indiferencia.

–Llegué hace rato, lo que pasa es que estaba preparando unas cosas antes de venir aquí –me excusé dándole vueltas a la carpeta que tenía en mis manos, bajando la mirada a éstas, preparándome para verla una vez más, para acercarme lentamente a ella, escuchándola preguntar sobre mi viaje, observándola acomodar su trabajo mientras esperaba mi respuesta. –Bien, muy bien... Precisamente traigo unas contrapropuestas para que las estudiemos... –le contesté valiéndome del trabajo una vez más como había acordado para acercarme a ella.

La táctica era tantear el terreno, la táctica inicial sería demostrarle que había trabajado su propuesta con esmero, que ella poquitico a poco se percatara que no era un inútil, que sabía escucharla y que lo hacía por los sentimientos que no me creía. –...Si todo sale bien, la próxima semana cerraremos negocios por dos millones de dólares más o menos –empecé a decir tendiéndole la carpeta que se apresuró a tomar, a halarla hacia ella pues yo todavía no la quería soltar, anhelando ese contacto indirecto, hasta que Beatriz se paró de su asiento para acomodarla en el carpetero, explicándole que todavía faltaba verificar los resultados que obtuvo Calderón, preguntándole del lanzamiento que se llevaría a cabo ese mismo día, viendo cómo tropezaba una vez más, cómo se reponía como si nada hubiese pasado, mostrándome un dejo de la Betty que yo conocía.

Me enamoré por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora