SACRIFICIO

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"...Usted ama a Armand. Demuéstreselo de la única manera que todavía le queda por demostrárselo: sacrificando su amor por el futuro de él. Armand puede sentir celos de un hombre que la amó, puede provocarlo, batirse en duelo y puede morir, y piense en lo que sufriría usted..."

Alexandre Dumas.


POV Beatriz Pinzón Solano


Habíamos firmado la franquicia con Venezuela.

Dios mío, tenía tantos sentimientos encontrados con respecto a él, estaba tan confundida que sentía cómo la asfixia se apoderaba de mí una vez más.

Me había tenido que someter otra vez a ese infierno del que hace meses intenté salir, me había obligado a la distancia que impuso el destino con ese negocio de las franquicias durante un mes y como le dije a Catalina: me resigné a su compañía y me tuve que resignar a verlo, a ver a don Armando partir de mi vida, ese era el sacrificio más grande que tenía que hacer en lo que quedaba por existir.

Era lógico, así sería mi destino, pero eso no significaba que mi corazón se resignara, el maldito órgano que me mantenía apenas con vida insistía en amarlo, en añorarlo cada día, obviando cómo lo rompió en pedazos y cómo jugó conmigo sin misericordia alguna.

Pero ahora, ahora que había regresado, ahora sí podía notar que don Armando había cambiado, que ya no me acechaba con sus mentiras, que volvió con un dejo de indiferencia asomando cuando se presentó en la oficina, pero luego ese trato cordial que mantuvo y que no me pasó desapercibido; y después esa mirada que me dedicó cuando llegó al lanzamiento, sus palabras de aliento, esas tan fraternales que me llenaron por completo, las muecas que bien conocía cuando descubrió a dónde había huido... Todo, todo me llenaba de desespero, de desconcierto, de confusión ante todo lo que hacía.

Ahora no se trataba de doña Marcela quien se encargó de señalar la nueva conquista, la pérdida que tanto ella como yo habíamos sufrido ante ella, ante esa mujer deslumbrante, amable, tranquila que paseó durante esos días con él, esa misma que ahora se había convertido en una cliente de Ecomoda y que simplemente denotaba el interés que sentían mutuamente.

Regresé a mi oficina con la resignación posada como estandarte, tratando de no pensar en que estaba sacrificando mi vida por pago a mis errores pasados, tratando de buscar una salida, hasta que mis pensamientos fueron interrumpidos por las muchachas, por el cuartel que se encargaron de atormentarme como si no estuviera padeciendo ya demasiado que sugerían que hiciera algo para impedir que don Armando se fuera con ella.

–¡Él jugó conmigo, me hundió, nunca sintió nada por mí y menos ahora! –expresé esperando les quedara claro. –...Y yo no quiero nada con él, a pesar de lo que sienta –confesé tratando de convencerme en el proceso, pero las muchachas seguían con la retahíla, sintiendo cada palabra como una brasa sobre la piel expuesta. –..Me quiero ir –solté interrumpiéndolas sin más, tomando mi bolso, pero ahora hablaban de Michel, mientras Aura María tomaba la fotico y la paseaba por la oficina, hasta que Freddy interrumpió y las muchachas se despedían y yo me quedaba un ratico, pues quería desahogar mis pensamientos de la única forma que me habían permitido en la vida: en mi diario, mi intimidad que no fue machacada, hasta que recibí la llamada de doña Catalina.

–...Don Armando tiene libertad de hacer lo que quiera, imagino que habrá regresado a su departamento, que está con ella... Sin afán, sin miedo, reorganizando su vida, planeando su futuro... Y desde luego, yo no estoy ahí, y no lo estaré. –escribí consciente que no podría con ello, que me tendría que sacrificar otra vez, que no podría estar ahí ya.

Me enamoré por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora