JUNTOS PARTE II

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"Porque te quiero, linda, porque te quiero, amor. Porque eres distinta a todas las mujeres, en tu cuerpo, en tu andar, en lo que eres para mis ojos, en lo que sugieres a mi corazón. Quisiera estar junto a ti para decir sobre tu oído: te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, y repetirlo constantemente, infinitamente, hasta que te cansaras tú de oírlo pero no yo de pronunciarlo.

Escúchalo otra vez: te quiero. Y déjame soñar contigo indefinidamente... ¡Si supieras cómo ya eres mía hasta mi muerte!"

Jaime Sabines


POV Camila Mendoza

Hay personas en la vida que dejan su huella, que aunque no estés junto a ellas siempre las tienes presente.

Doña Inesita era una de ellas, era quien nos echaba un ojo cuando papá nos llevaba a mi hermano y a mí a la empresa, quien sabía de mi embarazo, del motivo de mi partida, quien conocía al Armando tierno, coqueto, despalomado, quien veía más allá de ese hombre cínico, neurótico, mujeriego que regresó años después del posgrado en los Estados Unidos.

Y después de tantos años Inesita siguió viéndonos con cariño, reconociéndonos y conociéndonos mucho mejor que nuestros propios padres que estaban ocupado cuidando a sus otros hijos, los que no los habían decepcionado.

Inesita tan noble y divina nos cuidó y apoyó en su momento y ahora me percataba que lo seguía haciendo con el cabezón, pues confesó que fue ella quien le dijo donde estaba Betty cuando ella pidió que no le dijeran, pero lo hizo en nombre del amor.

–Oiga mija ¿Y sus papás saben que está acá? –sondeó Inesita después de que me contara sobre sus hijos en Canadá y lo que había hecho esos años trabajando.

–Si Inesita, Margarita sabía, llegué de sorpresa la semana pasada a la casa y bueno, papá me vio ayer en la junta directiva. –comenté entre risas, recordando las caras que pusieron cuando me vieron. –Si... Si le soy sincera, temía que sometieran a Armando a sus regaños o su indiferencia y por eso asistí a la junta, nada más –confesé mientras me comían las ansias en saber qué pasaba con el par.

–Mija, doña Margarita es su mamá, no sea tan dura con ella... –reprendió tiernamente.

Y tenía razón, pero me daba cierto placer en nombrar así a mi madre como parte de una disociación emocional, así que me hizo reír pues no se lo podía explicar.

–Lo sé Inesita, pero ellos no son la razón de que esté acá, usted... usted sabe que no tenía intención de regresar. –confesé nuevamente, viéndola asentir comprensivamente. –Se están tardando...–musité nerviosa.

–¿Quiénes mija? –sondeó curiosa mientras yo le explicaba que Armando estaba en presidencia esperando por Beatriz para darle una sorpresa. –¡Venga mija, acá los podrá ver y estará más tranquila! –exclamó Inesita, llevándome a la parte trasera del taller que daba hacia la oficina.

Ahí estaba el Romeo de espaldas, ahí estaba la Julieta sin decir una palabra pero completamente emocionada pues a Betty si podía verle la cara.

–¡Ay, Dios mío ese muchacho! Si está lleno de flores... –apuntó Inesita cuando vio los arreglos que Armando solicitó para asemejar un jardín y no las cuatro paredes donde tantas cosas malas les pasó. Había cosas buenas también, pero a veces es imperativo nivelar la balanza y para él era necesario. –¿Usted sabía lo que estaba pasando?–preguntó mientras yo asentía.

–No del todo Inesita, pero me bastó hablar con Armando para darme cuenta de que algo no estaba bien con él, que mis padres me omitieron lo que estaba pasando. –apunté mientras presenciaba la escena emocionada.

Me enamoré por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora