CONFUSIÓN

1.3K 85 172
                                    

"Habló largo sobre el pasado y colegí que deseaba recuperar algo, alguna imagen de sí mismo quizás, que se había ido en amar a Daisy. Había llevado una vida desordenada y confusa desde aquella época, pero si alguna vez pudiera regresar a un punto de partida y volver a vivirla con lentitud, podría encontrar qué era la cosa..."

Scott Fitzgerald

POV Beatriz Pinzón Solano

Don Armando me persiguió hasta el bar donde estaba con Michel.

Todo ese maldito día me tiñó de esa confusión que sentía, de ese recamo que hacía mi corazón para que notara el cambio de don Armando, para que aceptara esos pequeños acercamientos que todavía me dolían porque me estremecían, pero que tanto me volvían a la vida.

Y ahora, tenía a don Armando frente a mí, con las lágrimas asomando cuando jamás, jamás lo vi así de desesperado, muriendo por abrazarlo, por consolarlo pues me lastimaba verlo así, y sin embargo, la parte cuerda, la dualidad de mi Dr Jekyll me pedía no cediera.

Pero se veía tan agobiado...

Todavía no entendía porqué estaba ahí, tampoco cómo logró que un cantante cediera a su petición de dedicarme una canción, de tener un gesto romántico digno de una película de amor, de demostrarme de alguna manera que conoce demasiado bien mi corazón. No pude negarlo, simplemente mi corazón se desbocó entusiasmado por ese gesto que esperé durante meses, por una demostración que no todo fue un juego, por sentir que todo el sufrimiento en que me consumía no era en vano y por primera vez, por primera vez en mucho tiempo quise escucharlo porque no tenía nada claro.

Armando Mendoza podía llegar a confundirme tanto, aún lo hacía, más cuando le había preguntado porqué hizo circo, maroma y teatro cuando era claro que por mi nada sentía, cuestionándolo cuando la canción terminó, cuando lo tenía frente a mí y lo único que pedía Betty era besarlo, así, como la canción dictó y me recordó cada roce, cada caricia a la que sucumbí sin pensarlo en el pasado, hasta que llegó la respuesta de sus propios labios.

–Porque la amo, Beatriz Pinzón Solano. –soltó don Armando con firmeza, con esa intensidad que bien le conocía, pero que tanta confusión me traía, pues mi corazón saltó sin clemencia, pero mi mente se debatía a elucubrar una sentencia.

–...Por esa razón y porque me muero por darle un beso en la boca –susurró una vez más pues no sabía que replicar, susurró mientras podía percibir esa mirada sobre mis labios que se entreabrieron levemente, que quisieron tirar la toalla sin más pues lo anhelaban tanto, pero que fueron interrumpidos cuando don Armando acercó levemente su mano a mi cara, cuando empezó a tocar leve, muy levemente mi cara cuando yo no podía reaccionar, cuando me deleité de su tacto que hace tanto no sentía en mi piel.

¡Ay Dios mío! ¿Qué me está pasando? –pensé cuando sentí su pulgar tocar mi labio, cuando no podía reaccionar de la forma que pensé pues vaya que me quería alejar, pero no, mi cuerpo, mi alma, todo en mí reaccionaba a él, todo en mí demandaba ese contacto, hasta que cerré mis ojos para aceptar que estaba mal, hasta que por fin me alejé de él.

Necesitaba serenarme, no podía, no quería caer, no de nuevo, no otra vez, animándome a abrir los ojos una vez más, a tomar aire y pedirle que me dejara en paz, que desistiera de sus juegos que ya había abandonado, pero que ahora volvían a presentarse como si no me hubiesen lastimado, y todo, todo por su maldita empresa que tenía en mi poder, que le iba a regresar de todas maneras.

–Yo sé que usted tiene claro que yo no estoy aquí por Ecomoda, sino porque la amo ¡Ese cuento de Ecomoda ya no se lo cree ni usted! –acusó don Armando mientras me revolvía incómodamente, pues no sabía que creer, pues me confundía como siempre hacía.

Me enamoré por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora