LUNA

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"...Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua."

Julio Cortázar


POV Armando Mendoza


Aún tenía aquellas palabras de Beatriz retumbando en todo mi ser, aún trataba de asimilar lo que había escuchado, aún estaba confundido sin saber qué hacer para tenerla nuevamente a mi lado. Había hecho caso a lo que mis demonios pidieron durante días, había perseguido a Beatriz como tantas veces había hecho en el pasado, había declarado por fin todas esas palabras que se habían quedado sin decir cuando se marchó de mi lado.

Ella me había perdonado.

El perdón que tanto necesitaba mi corazón, ese perdón que no me importaba suplicar hasta obtenerlo, ella me lo había otorgado. Condicionado, sí, pero me había perdonado.

Mis demonios estaban alertas, pendientes ante cualquier mal pensamiento que se instalase en mi mente al escuchar a Beatriz una vez más, al demostrarme que efectivamente es un ángel, pues ni siquiera necesitó escucharlo pedir de mi boca para brindarme la absolución de mis pecados a través de su perdón. Posiblemente no lo había hecho por mí, posiblemente ella quería liberarse de todos los malos sentimientos que yo le había causado sentir, sin embargo, otra vez me liberaba a mí, aunque no del todo, pues yo no me había perdonado y dudaba que lo hiciera jamás.

No obstante, ese perdón lo profesó sentenciándome en el proceso, pidiendo que me mantuviera lejos de ella, de ahí que mis demonios no lo tomaran a la ligera.

Otra vez no sabía qué hacer.

Otra vez escuchaba la necesidad de Beatriz de mantenerme a raya, otra vez yo librara una batalla pues todo en mí quería impedir hacerle caso, incitándome a insistir, sutilmente, pero a no desistir.

Como había dicho horas antes, estaba agotado, así que ante tales pensamientos me monté en mi carro, manejando distraídamente por la ciudad que solo era alumbrada por la luz de la luna, otra vez ésa luna que "había inspirado a miles de poetas a través del tiempo" como me dijo Beatriz.

Llegué al departamento al poco rato, siendo recibido por Galán, robándome una sonrisa, pues con su fuerza me había tumbado al suelo. Saqué mi corbata mientras me dirigía a la cocina, colocando la comida de mi fiel amigo en sus platillos, viéndolo comer gustoso, sirviéndome a lo sumo un vaso de agua pues mi apetito no había vuelto, no como debía.

Me encaminé perezosamente a mi habitación, removiendo mis ropas sin más, colocándome solo el pantalón de mi pijama, pues la noche distaba de ser una fresca. Sencillamente necesitaba descansar, necesitaba dejar de pensar para poder enfrentar un nuevo día, para poder verla sin esa cara de perdedor que aún posaba como máscara sobre mí, para padecerla si, pero también para extasiarme de ella pues mi abstinencia me estaba dejando cada vez más agotado. Morfeo me ayudó una vez más, con un dejo de esperanza ante lo que entre sueños me podría brindar...


...

Regresé nuevamente a ella, a mi Betty, que había estirado sus bracitos hacia mí, pidiendo mi regreso a ella, pidiéndome mimos pero en ese silencio que me cautivaba y en el que me volvería loco por ella, hundido nuevamente en esa ternura que emanaba, escalando su cuerpito para abrazarme, para luego besar su labios nuevamente, tratando otra vez de transmitirle lo que sentía, lo extasiado y completo que estaba, pero siendo interrumpido por ella, como siempre lo hacía –Doctor... la luz... –sentenció mi Betty en un tono que sabía podía llegar a ser demandante, así que busqué el interruptor para complacerla, para sumirnos en la oscuridad, apagándolo para regresar a sus brazos nuevamente, para regresar a ese silencio placentero que ella me brindaba, para regresar a eso que le llamaban hacer el amor.

Me enamoré por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora