PACTO

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"Durante un interminable momento él las observó inmóvil hasta comprenderlo todo, amor, y verla atada con las correas sobre la parrilla eléctrica, y entonces pudieron abrazarse y llorar, hambrientos de pactos y de confidencias, de palabras prohibidas, de promesas de mañana, compartiendo, por fin, el más recóndito secreto."

Isabel Allende


POV Marcela Valencia

...

–Doctora, tengo algo que hablar con usted, claro, si no está muy ocupada –pedí cuando escuché a Armando llamarla después que la reunión acabó, pedí con urgencia pues no podría esperar más, pedí sencillamente porque me di cuenta de que él no daría tregua, que no se rendiría como yo tampoco quería hacer, viéndolo duramente cuando me percaté de que Armando no tenía la menor intención de salir de la sala.

Pero no lo necesitaba ahí, no necesitaba atestiguar su eterna cara enamorada para con ésa, ni mucho menos que la defendiera "de mis garras" como hacía desde que entró a trabajar como secretaria de presidencia.

–Pe-permiso –soltó Armando muy a su pesar, viéndola a ella una vez más.

Días, semanas, meses buscando y buscando a la mujer que me estaba alejando de su lado, tratando de dar con la amante que se interpuso tanto pero tanto que lo apartó de un tajo, solo para chocar de frente con la realidad, solo para colisionar como dos tranvías que van a velocidad y no sabes a quién demonios salvar, solo para darme cuenta de que quien lo alejaba poco a poco de mi lado la tuve todo ese tiempo tan cerca de mí.

Ahí tenía a la estúpida ésa, ahí la tuve todo el tiempo y no me di cuenta.

No, no había sido fácil perdonarle ni los engaños ni las mentiras a Armando, pero volvía, siempre volvía a mis brazos, y tal vez lo hacía por costumbre, por la estabilidad que yo le daba y que sentía a mi lado, o tal vez por la presión de sus padres, pero volvía.

Pero ahora, tres meses después de la cancelación de mi matrimonio parecía que Armando no regresaría jamás, parecía que la única esperanza que tenía para que eso pasara era que Beatriz se fuera de Bogotá y aun así, Armando acababa de decir que su intención era irse por igual.

No, no es fácil cerrar una puerta que estuvo abierta por tanto, tampoco escuchar a Camila sentenciar que él jamás me lastimaría cuando lo estaba haciendo con su rechazo, cuando tenía que aceptar que no volvería a mi lado; pero lo peor de todo era el nuevo Armando, era lo que más me dolía, lo que me atormentaba pues estaba tan cambiado, tan calmado, tan entusiasmado como no lo vi en el pasado y todo lo hizo, lo logró por la mujer con quien cometió el peor de los engaños.

No pudo cambiar por mí, no, ni siquiera lo intentó, pero vaya que cambió por esa mujer que tanto anhelaba, que admiraba sin poder disimular ni un poquitico, sin dejar de verla como su sueño más preciado mientras yo me desvanecía a su lado, mientras envidiaba tanto a la tonta ésa por haberlo enamorado.

–La escucho, doña Marcela –musitó Beatriz llamando mi atención nuevamente, regresándome a esa mujer enamorada que por más dolida que estuviera, por más que tratara tan fríamente a Armando, por más que fingiera no estarlo se leía claramente en su mirada.

–En su oficina, doctora –comenté dirigiéndome hacia allá, pues sería el colmo que Armando escuchara lo que tenía que decir aunque no tuviese ni idea de cómo comenzar, adentrándome a la presidencia que estaba ocupada por una extraña, como un maldito imperio que nos colonizó sin darnos cuenta.

Me enamoré por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora