AYUDA

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"No hay cura para el dolor al menos de que conozcas a alguien que entienda cómo te sientes y que sepa cómo ayudarte."

Charles Bukowski

POV Armando Mendoza

...

–¡Ay, Dios mío! ¡Dios mío, dios mío, dios mío! –exclamó Camila emocionada sin parar de oscilar en su eje para luego abrazarme con fuerza cuando llegué a su lado, cuando dejé que Betty se marchara y yo trataba de comprender lo que acababa de pasar.

–¿Ahora te comieron la lengua los ratones, o qué? –soltó mi hermana mientras se soltaba de mi abrazo, mientras me aventaba juguetonamente para ir hacia el auto, hasta que nos montamos y yo trataba de reaccionar, de arrancar el auto sin más.

Camila estaba emocionada, no paraba de parlotear pero yo simplemente no sabía qué decir, no tenía palabras para describir lo que todo en mi sentía, lo que ese beso significó para mí, lo que me encantaba escuchar reír a Beatriz como hace mucho tiempo no hacía.

No pude evitarlo, estaba impaciente, quería que el tiempo avanzara hasta que se definiera si mi regreso al inframundo sería para siempre o si los pecadores teníamos una oportunidad de avanzar al paraíso en tierra a lado de esa mujer, esa pequeña, curiosa, gentil, traviesa mujer que ya traía más encajada en el alma de lo que todos sabían, de lo que yo mismo ignoré, pero que no se sentía como una daga, que se sentía tan jodidamente bien saber que el vacío cada vez se cerraba.

–¿Si te das cuenta de que esto fue un gran avance, cierto? –sondeó Camila llamando mi atención, volteando hacia ella –¡Ay dios, Armando! –exclamó otra vez antes de soltarse a reír con fuerza, posiblemente por la cara de bobo que traía.

–Camila... –empecé a decir amenazadoramente, pues la condenada me hizo su blanco de sus burlas y risas, hasta que caí en cuenta de algo más, hasta que me percaté que todo lo que estaba haciendo Camila por mí, por Beatriz, era simplemente ayudar.

Ayuda.

Mi hermana regresó a Bogotá después de todo lo que pasó tantos años atrás y solo porque me quería ayudar, porque sabía que necesitaba su apoyo sin que se lo dijera con todas sus letras y más allá de todo, porque se rehusaba a que yo me diera por vencido, a que me exiliara, a que dejara pasar una oportunidad.

Hay actos tan desinteresados, tan gentiles, tan generosos que se esconden y pasan desapercibidos en el día a día, que se opacan por todo lo malo y sin embargo, había encontrado a alguien que se preocupó y decidió fungir como mi apoyo, como Virgilio apoyó y guio a Dante en el infierno y purgatorio y ahora no podía sino agradecer que Camila estuviera conmigo, ahí en esa noche fría, pero que tanto disfruté con su compañía.

–Cami... Gracias de verdad... –musité mientras parqueaba el auto mientras la veía sonreírme con la travesura implícita, pues bien sabía a qué me refería.

Ella me estaba acercando a mi paraíso, ella fue quien convenció a Beatriz de hablar, quien la invitaba y apelaba a que saliéramos a otro ambiente que no tuviera nuestro pasado teñido, ella es quien la hacía reír como si todo lo malo se pudiese dejar atrás.

–Vamos, princesa Lily... –comentó Camila burlonamente cuando bajó del auto para acercarse y tomarme del brazo.

–¡Camila no me digas así, carajo! –acusé molesto, pues ya me la veía llamándome así de por vida.

–¡No te enojes, hermanito! –soltó mi hermanita que ahogó un bostezo mientras yo abría el departamento, mientras Galán llegaba a saludar feliz por tener compañía, caminando a su lado e ignorándome como toda esa tarde hicieron Beatriz y Camila. –¡No pues! –pensé.

Me enamoré por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora