RETORNO

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"... Desde la primera vez que intercambiamos unas palabras me sentí fuertemente atraído hacia ella y, poco a poco, esa atracción fue mudando hacia un sentimiento sin retorno".

Haruki Murakami


POV Armando Mendoza

–...Y si, me comprometí a ayudarles y a salir de este problema...–lo dijo al aire, evitando ver a los miembros de la junta, evitando verme a mí. –Acepto –sentenció sin más.

Estaba aturdido por lo que acaba de escuchar, buscando serenarme una vez más, tomando asiento nuevamente en ese lugar de desterrado al que correspondía, mientras trataba de asimilar lo que Beatriz acababa de expresar, sin poder dejar de verla, sin siquiera tratar de hacerlo.

Aquella declaración no significaba otra cosa sino el retorno de Beatriz, ese que había sentido desde el momento que la vi una vez más, ese que se había manifestado en mi cuerpo, en mi mente, en todo mi ser.

Ese retorno que añoré por días y días, ese mismo que era mi ilusión antes de cometer la estupidez de acusarla ante su padre, antes de que echara por tierra cualquier esperanza de explicarle, de pedir su clemencia y su perdón, antes de que aceptara mi pérdida como tal. Ese retorno contundente y estruendoso, magistral y sublime que Beatriz había hecho hoy a la empresa, a la sala de juntas, a mi vida.

Beatriz se había resignado ante la penitencia que posiblemente sentenció mi padre y de la que probablemente se valió el hombre con tal de no perder la empresa. Él no sabía ni la mínima parte de lo que acababa de pedir, no sabía que Beatriz se había sacrificado, que había aceptado nuevamente aquel infierno de la que la hice partícipe, a la que yo la sometí.

Empecé a respirar pausadamente, sintiendo cómo cada vacío formado perdía fuerza, cómo cada nervio de mi ser respondía a lo que acababa de escuchar, cómo mi corazón magullado y maltrecho volvía a funcionar con presteza y todo, todo por ella. Mis demonios estaban aturdidos por igual, pues por un lado pedían clemencia para ella; por otro, sabían que estaría cerca, cerquita de mí; pero por otro tanto, me culpaban por haber contribuido una vez más a su infierno.

Estaba confundido, perdido totalmente.

Simplemente, tendría que dejar que la reunión siguiera su ritmo, dándome el tiempo suficiente para ver qué camino tomar. Completamente absorto, concentrado en mis meditaciones, pero viendo a Beatriz con intensidad, hasta que sentí la cercanía del imbécil de Daniel que se encontraba de pie, jugando en su propio eje, hasta que sentí los manotazos que asestó en mi espalda para obligarme a despertar – ¡Qué alegría, Armandito! ¿no? –soltó Daniel Valencia cargado de ironía. 

¡Vaya!, era la primera vez que estaba parcialmente de acuerdo con el imbécil ese.

Si, sinceramente tenerla cerca me producía una inmensa alegría, por más tormento que significara para mí, por más castigo impuesto a los dos, por más culpa para con Beatriz; tanto mi cuerpo, como mi mente y mi todo se había entusiasmado de tenerla así de cerquita, no lo iba a negar.

Que sería un castigo para ella, claro que sí; que lo sería al igual para mí si seguía así de fría, absolutamente; pero no había podido tolerar su ausencia, y aguantar su presencia, por más helada que fuera, por más doloroso que pudiese resultar, lo aceptaba gustoso como buen masoquista.

–... Y ¿ahora qué se supone que debamos hacer? ... ¿Darle las gracias? –continuó el imbécil ese, para quitarme la sonrisa contenida que se quería posar en mi cara.

–¡Imbécil! ¡Claro que debes darle las gracias! –soltaron mis demonios, pero no tuve que replicar, pues Beatriz se encargó de ponerlo en su lugar.

Me enamoré por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora