"Dicen que su belleza no era deslumbrante —desde luego aquellos que la veían no quedaban deslumbrados—, pero cuando estabas en su presencia y hablabas con ella, era irresistible." Plutarco.
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—¿No es la mujer que nos cruzamos hace unos días?— preguntó Jughead.
—Es ella— contestó secamente— ¿Podemos irnos?— preguntó con la mirada clavada en la mesa.
—Por supuesto— asintió y ambos se levantaron.
Caminaron hasta la barra para poder pagar— espero volver a verte antes de irme— se despidió la rubia de su amigo.
—Tenlo por seguro, nos vemos Betty— miró al chico— adiós, amigo— Jughead solo asintió aceptando el saludo.
—Vámonos— murmuró la rubia y tomó la mano de su acompañante.
Al ir saliendo, logró escuchar una mínima discusión que venía de la mesa en la que Alice se había sentado.
—¿Cuando vuelves a clases, Timy?— preguntó la mujer.
—Soy Tomy y tú no eres mi madre— soltó el niño, que se oía bastante molesto.
—¡Tomas!— lo regañó el hombre.
Betty solo suspiró y salió de ahí, haciendo sonar la campanilla de la puerta. Sentía una sensación horrible en su estómago, como si estuviera a punto de vomitar.
—Betty— la llamó Jughead, tirando de su mano para frenarla.
—¿Qué?— gruñó.
—Tranquila— habló con voz calma.
La rubia bajó su mirada a sus manos unidas, sus nudillos estaban blancos y la mano de Jughead estaba roja— lo lamento— murmuró, aflojando el agarre.
—Está bien— tiró de ella para poder abrazarla, acarició su cabello con suavidad.
—Ella está ahí, fingiendo querer a ese niño solo para estar con ese hombre— sorbió su nariz ¿En qué momento comenzó a llorar?— ¡es una maldita hipócrita!— golpeó el pecho del chico, él ni siquiera se movió, ni dejó de acariciarla— ahora planea ser una buena persona, cuando tuve que soportarla por años. La odio tanto— sollozó.
El pelinegro se separó un poco, para poder ver el rostro lleno de lágrimas de la chica, eso pareció desarmarlo.
—Estarás bien, linda— besó su frente y se dedicó a limpiar sus lágrimas— te prometo que haré todo lo posible para que no tengas que volver a sentirte de esa forma en tu vida— prometió.
—Tú no tienes que hacer nada por mí— su voz estaba quebrada, como su corazón y toda ella.
—Te quiero, Betts— murmuró.
—Abrázame, por favor— esta lo rodeó por la cintura y Jughead se encargó de esconderla entre sus grandes brazos.
(...)
Ambos llegaron al sur del pueblo, ni siquiera se molestaron en pasar por el bar. Solo se dirigieron hacia el tráiler de la rubia.
—No era necesario que me acompañaras— soltó, una vez que llegaron a la puerta.
—Quería asegurarme de que llegaras en una sola pieza— bromeó, la rubia sonrió levemente.
—Gracias.
Betty lo tomó del rostro y le dió un suave beso en los labios, que fue correspondido al instante.
—Ah, bueno— habló Verónica, que acababa de abrir la puerta para recibir a su amiga— no coman al frente de los pobres.
Ambos se separaron con una sonrisa— te veo luego— y así, el pelinegro se fue de ahí.
La rubia volteó para ver a su amiga, sin borrar la sonrisa de su rostro.
—Tu expresión me dice que estás feliz, tus ojos me dicen que la has pasado realmente mal, ¿Por cual debería guiarme?— preguntó la morocha, mientras ambas ingresaban en la pequeña casa rodante.
—Por ambas, supongo— se encogió de hombros— la buena noticia, es que Jughead y yo lo estamos intentando otra vez, lo demás es irrelevante.
—Me alegra tanto que hayan vuelto— chilló y la abrazó— ¿Luego podemos ir al Whyte Wyrm?
—Claro, me ducho y vamos— se encaminó hacia el baño, pero se frenó en la puerta y volvió a mirarla con una sonrisa pícara— ¿Verás a alguien? Nunca me has pedido que fuéramos con tanta emoción.
—No— inmediatamente se sonrojó— bueno, sí… en realidad no lo sé. Solo apúrate— habló nerviosa.
—Muy bien, chica conquistadora— se burló y cerró la puerta.
Cuando la rubia terminó de alistarse, una ansiosa Verónica casi la arrastró hasta el bar. Pero al entrar, solo suspiró desilusionada.
Betty le dió una ojeada a su alrededor, confundida por la expresión de la morocha. Seguramente ese alguien no había llegado.
—¿Ya me dirás quien te tiene tan nerviosa?— preguntó, mientras se dirigían a una de las mesas.
—No es nadie importante, después de todo, ni siquiera vino.
Su amiga la miró, examinandola y buscando en su mente, repasando con cada persona con la que se había relacionado Verónica durante su estadía en Riverdale.
—¿Es Reggie?— indagó.
—¿Ah?— fingió confusión.
—Mantle— afirmó y abrió su boca con una sonrisa divertida— es él— terminó de afirmar al ver la expresión de su amiga— sabía que ese idiota te conquistaría con su labia.
—Pero no es importante— se apresuró a aclarar.
—¿Segura? Porque acaba de llegar— señaló a la entrada.
La morocha volteó disimuladamente— ¡Está ahí!— chilló bajo volviendo su vista a la rubia.
—Y viene hacia acá— sonrió y se levantó de su asiento— mucha suerte, chica conquistadora— se burló y se alejó.
Verónica solo apretó sus labios y fijó su mirada en sus manos que descansaban sobre la madera de la mesa.
—Perdón por llegar tarde, pasé por esto— dejó un pequeño ramo de flores frente a ella.
La morocha alzó su vista sorprendida, Archie nunca había tenido ese tipo de detalles y aunque lo quisiera, no podía dejar de compararlos.
—Muchas gracias— sonrió con timidez— son hermosas— tomó el ramo con delicadeza y lo acercó a su rostro para poder percibir el aroma que las flores emanaban— y huelen delicioso.
—No son tan hermosas como la chica que las tiene entre sus manos— Verónica se sonrojó aún más.
—Eres muy tierno.
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