"La lluvia cae porque la nube no puede soportar el peso. Las lágrimas caen porque el corazón ya no puede soportar el dolor."
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Ya llegada la noche, Betty se había quedado completamente sola. Luego de regresar del trabajo, Verónica había avisado que saldría y tampoco tuvo la oportunidad de hablar con Jughead sobre el tema que la atormentaba.
La media noche estaba demasiado cerca y con ella venía su cumpleaños número veinte. No era algo que la pusiera nerviosa, ni tampoco que la emocionara, para ella solo era un año más y nada más que eso.
Ya faltando 8 minutos para el otro día, su celular sonó, indicando una llamada. Lo tomó confundida y vió el número que no tenía agendado, luego de pensar por unos segundos, finalmente atendió.
—Buenas noches— saludó, esperando una respuesta.
—Hola— la voz era muy conocida para ella y sonaba algo… ¿Desesperada?— ¿Betty? ¿Hablo con Betty Cooper?
—¿Polly, eres tú?— preguntó más confundida que antes.
—Por Dios, Betty, no sabes lo que me costó contactarte— se quejó, su tono comenzaba a transformarse en uno afligido.
—¿Para qué querrías contactarme tú?— preguntó de mala gana y se colocó de espaldas a la puerta, mirando por la ventana.
—Es, es mamá— tartamudeó.
—¿Y tú desde cuándo hablas con ella?— sonaba realmente desinteresada y la verdad es que lo estaba.
—Eso no importa— negó, se notaba como estaba llorando o comenzaba a llorar. Qué cínica— lo que importa es que mamá está en el hospital y necesita de ti.
—¿Necesitar de mí?— preguntó sarcástica— ¿Qué podría esa mujer necesitar de mí? ¿Golpearme o explotarme? La segunda suena mejor— habló, comenzando a molestarse.
La puerta de la habitación se abrió, pero la rubia ni lo notó al estar tan enfrascada en la conversación con su hermana.
Los chicos solo se miraron, notando el ambiente tenso y decidieron salir, dejando la puerta medio abierta para poder oír un poco.
—Está internada por una sobredosis— lloriqueó la mayor— necesita un tratamiento y la primera paga es grande, necesito que vengas o envíes dinero.
Betty soltó una carcajada sin nada de gracia— una mierda va a recibir esa mujer de mí— su voz comenzaba a hacerse ronca, lastimando su garganta por la molestia que transmitía— si quieres dinero, Polly, pídeselo a tu amado padre, te diría que lo pongas tú, pero todavía no debes ni mantenerte sola. Aunque no creo que Hal vaya a soltar una sola moneda por su ex mujer.
—Elizabeth, no seas terca. Estamos hablando de mamá— murmuró, con una gran tensión en su mandíbula.
—"Mamá"— sonrió irónica— la dejaste en un estado de adicción solo para no dejarte de tus estúpidas comodidades y ahora la llamas mamá— dijo, como si fuera divertido, pero ninguna se estaba divirtiendo.
—¡Tú no sabes por todo lo que yo pasé! ¡La presión para que mis notas fueran altas! ¡La hija perfecta!— chilló.
—No sabes cuanto desearía que mis presiones hayan sido las mismas que las tuyas— negó, sintiendo la furia en todo su cuerpo y sus ojos comenzando a humedecerse— al menos solo tuviste que estudiar, no tener que salir a buscar trabajo con solo 12 años y tener que mantenerte por ti misma, porque tu madre estaba muy ocupada drogándose y llevando tipos a tu casa— soltó con asco— no hables de sacrificio, cuando solo hiciste tu única responsabilidad como joven, que era estudiar— los chicos que estaban oyendo todo, se miraron en silencio.
—¿Vas a pasarme el dinero o no?— preguntó, luego de un rato en silencio.
—Si quieres dinero, búscalo en otro lado— habló, fuerte y claro, aunque su voz sonaba algo extraña.
—¡Elizabeth, es tu madre!— gritó.
—¡Ella no es mi madre!— vociferó, logrando que las lágrimas salieran de una vez por todas.
—Ella te dió la vida ¿Piensas dejarla morir?
—¡Y también es la mujer que esperó a que tuviera 15 años y estuviera desarrollada para prostituirme como ella lo hacía!— gritó tan fuerte, que sintió como su garganta se desgarraba. La morocha al otro lado de la puerta, pudo sentir su corazón romperse y se llevó una de sus manos al rostro para cubrirlo. El chico solo frunció sus labios, sintiéndose igual de mal— ¿O por qué piensas que me fuí de casa? ¡No era un capricho! ¡Pero prefería vivir en la calle, antes que pasar por eso!— su voz ya estaba quebrada.
—Betty…
—Adiós, Polly— la interrumpió— así que sí, por mí, que se muera en esa camilla de hospital y que se pudra como la basura que es— habló, totalmente desarmada por el dolor que volvía a invadirla— no vuelvas a llamar y gracias por el gran inicio de cumpleaños— habló irónica— quizá ni siquiera lo recordabas— cortó la llamada, con muchas emociones en su pecho.
Apretó el teléfono entre sus manos y lo lanzó a su cama. Dejó salir un sollozo y empuñó sus manos, clavando sus uñas en sus palmas.
Levantó la vista y vió a las dos personas en la puerta, mirándola con tristeza. Se odió, pero no pudo fingir estar bien, no esa vez, que su hermana la había llamado con todo el cinismo del mundo para pedirle un dinero que claramente sabía que ella no poseía.
Verónica dejó la caja en las manos de Jughead y corrió hasta su amiga para envolverla en sus brazos. Betty ni siquiera hizo el esfuerzo de devolver el abrazo, no tenía fuerzas para ello.
El pelinegro dejó la caja en el tocador y caminó hasta ellas para unirse al abrazo también.
Luego de unos minutos los dos pelinegros dejaron de abrazar a la chica y esta se limpió las lágrimas, dispuesta a fingir que no había pasado nada. Llevando el último acontecimiento lejos en su mente.
—¿Qué hacen aquí?— preguntó con una sonrisa y miró su reloj de muñeca. Las agujas marcaban las 00:30— oh, creo que ya lo entendí.
La morocha la miró dudosa— Betty…
—¿Si, V?— la miró.
—Sabes que puedes hablar con nosotros, no es necesario que finjas que todo está perfecto— continuó Jughead.
La rubia suspiró, les había contado algo sobre su familia. Que Alice, esa mujer que habían visto en Pop's, era su madre, que su padre y hermana la habían abandonado a los doce y que se había ido a los 15 años de su casa porque no podía soportar seguir viviendo ahí. Pero acababan de oír la verdadera razón y sabían que para Betty recordarlo la había dañado.
—Yo, ahora no quiero hablar de eso— negó— algún día se los diré, pero por favor, hoy solo lo ignoremos.
Ambos asintieron y la menor los miró con una sonrisa de agradecimiento, luego solo se encaminó al baño para lavar su rostro y quitar todo rastro de lágrimas.
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Este capítulo sigue doliendo igual que cuando lo escribí, lpm.