"Un instante de insesatez puede ser nuestro momento más hermoso". Oscar Wilde.
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Era la graduación de Betty. Y una burbuja de ansiedad y nerviosismo envolvía al grupo.
Todos la observaban con una sonrisa, mientras esta daba el discurso.
Todavía le sorprendía que la hubieran elegido a ella, que no habló con casi nadie en todos los años de carrera. Pero ahí estaba, sonriéndole a un público gigante.
Habían ido todos, incluso Cheryl y Fangs habían viajado desde Riverdale para ver a su amiga. Y hasta Ethan se había aparecido por ahí, junto a Claire y a una chica que había presentado como la madre de la niña. También habían llevado a Rosa.
Luego de la larga ceremonia, la rubia se acercó a sus amigos, con el gorro en la mano y sacándose la túnica como podía.
—¡No, no, no!— chilló Verónica, acercándose a paso rápido al ver lo que su amiga estaba haciendo— ¡No te he tomado una foto aún!
—No la necesito, V.
—No es por tí, es por ella— aclaró Toni, que estaba tomada de la mano con cierta pelirroja. Ya llevaban una relación de unos pocos meses.
—Estás preciosa— su medio hermano se acercó y dejó ir a la niña que corrió hasta la rubia para envolverla en un abrazo.
—¡Viniste!— sonrió y ambos se abrazaron.
Luego de varios abrazos y muchas felicitaciones más, por fin Betty fue libre y pudo quitarse la túnica azul, quedando en un vestido corto de color bordo.
—No sé ustedes, pero yo tengo hambre desde que empezó la ceremonia— Fangs se encogió de hombros y la pequeña Claire asintió en concordancia con él— esta niña me agrada— ambos chocaron sus puños y Emily, su madre, sonrió tiernamente.
—Ya tengo la reserva lista— Verónica miró su celular.
—Pueden ir ustedes, niños. Yo estoy un poco cansada, me iré a casa— habló la señora— discúlpame, cariño— miró a Betty.
—No se preocupe— esta negó con una sonrisa.
—Vamos, abuela, te llevaré a casa— los veo en el restaurante.
—Te paso la dirección— la morocha le dió una ojeada.
—Gracias, Vero.
Así, el mayor se dirigió a su vehículo y segundos después desapareció por la avenida.
(...)
El almuerzo fue de maravilla. Incluso, había tardado un poco más de lo previsto, y ya estaba anocheciendo cuando la rubia por fin pudo recostarse en su cómoda cama.
A través del gran ventanal, que ocupaba casi la mitad de la pared frente a ella, se podía ver cómo el cielo empezaba a tornarse naranja, rosa y un poco amarillento, para prontamente pasar a azul oscuro. Eso relajó un poco sus nervios.
Jughead, que se había quedado en la cocina aludiendo que prepararía un poco de café para ambos, ya se estaba tardando un poco más de lo necesario.
Le había dado tiempo de desmaquillarse, colocarse su pijama y de amarrar su cabello en un moño desordenado.
Se encontraba mirando al techo, cuando el pelinegro se dignó a entrar en el cuarto.
Él ya solo iba descalzo y con su camisa desabrochada. Llevaba en sus manos una bandeja plateada, con dos tazas y un pequeño plato con una porción de pastel de chocolate, el favorito de la rubia.
Se acomodó en la cama también, con sumo cuidado de no tirar nada y armar un desastre.
—Felicidades, graduada— soltó con voz cantarina y una gran sonrisa.
—Oh, muchas gracias, novio mío— se llevó una mano al pecho, con fingido dramatismo, aunque estaba realmente agradecida.
—Prueba el pastel— le invitó, en un gesto de mano, lo cual dejó en evidencia su nerviosismo.
—Antes, Jug— se aclaró la garganta, para poder seguir hablando— ¿Me podrías alcanzar unos papeles que dejé el otro día en el cajón de tu mesa de noche? Sino creo que lo olvidaré por completo mañana y no quiero que me despidan al día siguiente de graduarme— intentó sonar divertida, pero la tensión se notaba demasiado en sus hombros.
—¿Puedes relajarte un poco, cariño?— le acarició un brazo con suavidad— deja de pensar un poco en el trabajo.
—Por favor— insistió.
El pelinegro suspiró, no iba a ganar esa guerra, ya lo sabía— está bien, pero tú come— volvió a señalar con un movimiento de cabeza al postre.
Betty tomó la cuchara y la hundió en la masa chocolatada, al mismo tiempo que Jughead abría su cajón.
—Creo que son est…— las palabras del chico se quedaron en el aire.
Ambos se dedicaron una mirada y volvieron a lo suyo.
Ella separó los pedazos de torta y él tomó la pequeña caja aterciopelada.
Betty alzó un anillo de compromiso, lleno de dulce, y él sacó una alianza plateada.
La rubia soltó una risita incrédula y el pelinegro seguía mirando al anillo sin poder creérselo del todo.
—Yo… Supongo…
Había que admitirlo, la situación era divertida.
—Supongo que esto es un sí— Jughead terminó la frase por ella y la miró.
—Entonces el "en dos años deberías llevarlo" no era ninguna broma_ Betty por fin lo miró.
—Claro que no lo era— sonrió y se acercó para besar sus labios- te amo, Elizabeth Cooper.
—Te amo, Jughead Jones— respondió con ternura— póntelo— señaló el anillo que el chico tenía entre sus dedos.
Así lo hizo— tú deberías hacer lo mismo.
—Claro, solo lo lavaré antes— soltó divertida y se levantó de la cama.
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Y... Ese fue el último capítulo de coincidencias.
No puedo creer lo que estoy llorando, los amo tanto.