14. - Capítulo III : Asaltó A La Nobleza

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Era un día normal, el sol brillaba y los hombres trabajaban mientras las mujeres se ocupaban de las labores del hogar. Los niños salían a jugar y en ocasiones se dedicaban a ayudar a sus padres en sus trabajos y tareas cotidianas.

Sin embargó, ninguno de ellos era feliz. La razón más que evidente, por culpa de su noble.

El noble de dicha ciudad básicamente era un ladrón cualquiera. Los impuestos que los campesinos debían pagar eran muy altos, y gran parte de sus ingresos terminaban en sus bolsillos. Dinero que luego gastaba para darse más lujos de los que ya poseía.

Era un hombre obeso, rubio y con posibles rasgos considerados bellos, pero que en su ser no eran más que despreciables ante el ojo de todos.

Le temían, no por su avaricia, si no por su fama mal ganada.

Desde hace tiempo se sabía que aquel noble estaba en el mercado de tráfico de esclavos y de mujeres, incluso, siendo un comprador muy frecuente.

Se sabía que mujer que entraba a su mansión, era mujer que no salía con vida.

Lo que ocurría dentro era un misterio para todos, pero con tal sólo imaginar de que atrocidades era capaz llegaba a erizar los vellos de hasta el más valiente de todos. Morbosidades que sólo alguien con su poder podía hacer.

Entonces ahí se encontraba ella, una joven que tan sólo buscaba aprender. Era muy conocedora de varias ramas y por ello era mal vista ante sus compañeros. Se suponía que las mujeres no debían estudiar, estaba mal visto y en ciertos lugares se había prohibido, sin embargó se las había arreglado para conseguir algunos libros para salir adelante.

Sus intenciones era de las más puras, ayudar a su familia a salir de la crisis en la que se encontraban.

Su madre, una mujer respetable que jamás había faltado una sola vez a su ofició. Y su padre, un hombre que, a pesar de las dificultades ha logrado tener siempre un poco de pan para dar a su familia, aunque eso significará que el no comiera nada por días enteros.

Su labor era de las peores pagadas. Sufría constantes abusos de parte de su jefe y se malgastaba día a día mientras realizaba las labores que nadie más haría.

Era su único medio para trabajar, no lo aceptaban en ningún otro lugar. No sabía de alquimia, no podía elaborar pociones, no sabía leer, tampoco escribir. No era bueno para la construcción, tampoco para la caza, su condición lo limitaba, y recoger los desechos de cada familia era lo único que podía hacer.

Realmente era difícil, muy difícil.

Pero, no importaba, salían adelante cómo fuese posible.

Ivy rápidamente se desplazó por las calles, se movía con cierta agilidad mientras escapaba de un hombre furioso al cual le había robado un pan.

Le causaba gracia el hecho de que la estuviera siguiendo por tal pequeñez, teniendo tantos panes, ¿Por qué llorar la pérdida de uno? No lo entendía, y no creía que fuera porque lo necesitara urgentemente cómo lo hacía su familia, así que simplemente lo ignoró y siguió corriendo hasta haberlo perdido.

Su respiración estaba ciertamente agitada, pero su esfuerzo había válido la pena, y en sus manos ahora tenía un gran trozo de pan por el cual se moría de ganas por probar.

Orgullosa por su hazaña, llevó su botín a lo que llamaba hogar, dando brinquitos mientras se hacía ilusiones de cuál debería ser el acompañamiento ideal.

Estuvo tan concentrada en su pensamientos que poco se había percatado que varios caballeros transitaban por la calle mientras los hijos del noble transitaban con ellos.

La Princesa Vampiro; Un Mundo DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora