50. - Capítulo IX : Un Largo Viaje

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Debajo de ese mismo árbol seco Nofilya apareció, apoyada de espalda mientras observaba a otro lado con total desinterés.

—Hermanita, ¿Qué es lo que haces aquí?— Preguntó la dríada a Nofilya sin apartar su mirada de su objetivo.

Nofilya le respondió:

—Estoy asegurándome de que no hagas algo estúpido. Nada mas.

La dríada sonrió al oír aquello.

—¿Algo estúpido? ¿Cómo aliarme con los dioses demonios?

Aquello fastidio a la nigromante.

—Debería matarte.— Comentó Nofilya.

—Pero no puedes, porque eres débil en comparación a todos nosotros. Ay, la pequeñita, frágil y linda Nofilya— Se burló de ella.

Nofilya se sentía como la nada misma al lado de su hermana. Su prepotencia siempre había opacado sus cualidades y oscurecido sus dones.

Todos los primordiales debían ser iguales. Sin diferencias del resto de ellos. Equitativos en cuanto a poder. Pero eso jamás fue así. Hubieron primordiales de gran poder que sobresalían del resto, también lo hubieron muy débiles. Y de entre los más débiles de todos se encontraba Nofilya. La primordial más débil de todos los demás, pero aún así la más alegre y curiosa en cuanto al mundo por descubrir.

—Sabes, hermanita. Ya no te pareces en nada a la primera vez que te conocí. Quizás fue esa enfermedad la que te cambio tanto ¿no crees?— Comentó la dríada moviéndose a espaldas de Nofilya.

Pero la nigromante nada comentó, tan sólo se desvaneció en el aire frente de su hermana. Como lo acostumbraba desde hace tiempo.

—Ya veo, así va a ser entonces.— Diría luego la dríada para también desaparecer del lugar en el acto.

Nofilya había vuelto al palacio bajo tierra. Sentía que su corazón saldría de su pecho mientras vagaba en ese gran espacio de soledad que tenía para ella. Recordar por todo lo que había tenido que pasar le era una tortura inmensa, y detestaba hacerlo. Incluso ella había olvidado quien solía ser hace mucho tiempo atrás.

—No te encuentras bien, debes descansar.— Comentaría Scarlet al ver la sangre que corría desde el interior de la armadura hacia el exterior. Pero Nonek bien obstinado se rehusaba a eso y les pedía que continuarán, que en algunas horas volvería a estar bien.

Fue entonces que Aki le aplicó un hechizo de sanación de cuarto nivel, logrando así que el recuperará parte de su fuerza, pero manteniéndose débil de igual manera.

—Pasemos la noche aquí. A la mañana partiremos.— Diría con una suave voz la princesa a Nonek. Ocultaba muy bien el hecho de que estaba sufriendo al verlo herido de tal manera.

Y es que incluso el no sentir nada era incapaz de resistir algo tan fuerte como el poder creer que se está perdiendo a alguien. Ver a quien amas sangrar no es algo que todos soporten de la misma forma, verlo caer es algo que afecta a ambas partes por igual.

La nigromante que Nonek había liberado estaba sentada sobre una piedra, observando las estrellas mientras a sus espaldas una pequeña fogata se prendía, ofreciendo luz y cubertura ante los no muertos del sector.

Desde que había vuelto todos la habían ignorado. Incluso estaba pensando que en realidad no se encontraba ahí, sino que seguía siendo prisionera de alguna forma en la que tan solo Nonek podía verla.

La Princesa Vampiro; Un Mundo DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora