32. - Capítulo VI : La Batalla En Raewiel

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Surcando los cielos de las montañas dragonicas, Sophia Ivemur contempló la belleza del mundo como lo solía hacer cada mañana.

Se había enamorado de los humanos al igual que su madre. Los veía como seres grandiosos y fantásticos. El como levantaban estructuras, construían ciudades y se organizaban para tener todos sus productos a mano.

No era igual que la vida salvaje que ella llevaba. Cazar, pelear y sobrevivir por las duras. Ellos tenían una vida de lujo y muy fácil. Aunque se lamentaba por el hecho de que vivieran tan poco tiempo. Aún así se veía que la disfrutaban de mejor manera que ella.

Descendiendo hasta llegar a la entrada de una enorme cueva en las montañas que vivía, ingresó con plena confianza mientras las criaturas que habitaban el lugar huyeron espantados ante su presencia.

—¡Mamá!— Grito con unos ánimos infatigables —¡Ya estoy en casa!

Recorriendo la cueva hasta su final, no encontró a su querida madre en el lugar. Mucho menos algo que indicará que estuviera ahí hace días. Eso quería decir que su tío, el dragón de la muerte, estaba teniendo nuevamente problemas con su conducta.

Suspirando cansada. Se recostó en el suelo mientras buscaba algo que hacer.

Primero comenzó a cazar a las criaturas con las que convivía. Tanto ratas como animales más grandes.

Una vez que se había aburrido de cazarlos, comenzó a fantasear de cómo sería vivir en las ciudades humanas. Probar los manjares que creaban y recostarse sobre esas camas suaves, y no las piedras como las que acostumbraba.

Tras varias horas haciéndose ilusiones con vivir en la ciudad, volvió a la realidad y nuevamente se aburrió.

Comenzó a merodear por la cueva mientras realizaba distintas acciones. Recreando las historias épicas que había oído de su tío y su madre y dejándose a ella como la protagonista de esas historias, salvando el día y siendo amada por los mejores caballeros del reinó.

El tiempo siguió su cursó y finalmente se había quedado sin nada que hacer dentro de la cueva. Por esta razón fue que la abandonó, alzando el vuelo para viajar hasta un tranquilo río cerca del bosque.

Al llegar, se sienta a un lado de la orilla mientras las calmadas aguas viajaban pacíficamente por el mismo caminó que habían hecho con el tiempo.

Fue cuando Shopia Ivemur se observó tal cual era en el débil reflejo que se formaba en el agua. No había visto a un sólo humano con el cabello plateado, o con enormes alas en sus espaldas, o siquiera una alargada cola escamosa como la suya.

¿Sería hermosa para ellos? Se preguntó.

¿Sería aceptada por ellos? Continuó preguntándose.

Si tío le había contado muchas historias sobre los humanos. En ellas, eran monstruos que siempre buscaron una manera para ser los soberanos de la creación. Incluso ahora buscan y cazan dragones.

Ella no quería aceptarlo. Los humanos y dragones podía convivir juntos, tan sólo debían intentarlo. Si todos se unían para ese único fin, se podría conseguir.

Pero también existía la guerra y las masacres que ocurrieron en el pasado.

Eso no lo podían cambiar. Lo que ocurrió ya ocurrió, y ahora viven con las consecuencias de esas épocas.

¿Realmente era necesario estar peleados por sus diferencias? ¿Acaso no podían convivir juntos?

Sophia Ivemur se entristeció al saber que no podía cambiar nada de lo que estaba ocurriendo. Aún más al pensar que jamás podría vivir en esas hermosas ciudades humanas.

La Princesa Vampiro; Un Mundo DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora