28. - Capítulo V : El Nacer De Una Hechicera

18 8 0
                                    

Cuando llegaron a los muros de Raewiel, los guardias reconocieron la presencia de la princesa Aki. Dudando un poco, la dejaron cruzar junto a un par de escoltas. Y cuando avanzaron, dieron un aviso a un asesino para que entregara la información de la llegada de la princesa al reino.

Los cielos estaban despejados, con unas cuantas nubes surcándolo como un inmenso mar celestial. Bajo esta autoridad, el carruaje llegó a la ciudad de Raewiel.

La princesa Aki pese a no poder oler, sentía ese aroma familiar cosquillear su nariz. Nonek, por otro lado, estaba rodeado por ambos guardias que lo consideraron un sujeto sospechoso.

—Esta bien, déjenlo.— Dijo con autoridad la princesa Aki a ambos guardias.

Ellos, respetando su autoridad, le dieron espacio a Nonek, quien observó curioso la ciudad en la que se encontraban.

— ¿Qué te parece la capital de Raewiel? Es muy linda ¿verdad?— Pregunto interesada por su opinión.

—No causa una mala impresión de momento.— Respondió.

La princesa lo observaba de reojo y luego continuaría caminando hasta llegar a la entrada de la capital. Los observadores, siervos de Nonek, consiguieron milagrosamente evadir a los guardias e infiltrarse en la capital. Como ciudadanos comunes, no podían ser reconocidos a simple vista.

Cuando los dejaron entrar, la conmoción del pueblo comenzó. Se reunieron alrededor de ellos mientras murmuraban palabras sobre la princesa Aki. Algunos comenzaron a lanzar insultos, otros comenzaron a recoger piedras para arrojarlas. Todo eso ella ya lo esperaba, y le dolía.

Ella aceptaría que le arrojasen piedras e insultos, se lo merecía, pero se sorprendió cuando Nonek la cubrió con su armadura, recibiendo esos impactos fuertes.

La gente comenzó a gritar injurias en su contra. Pero las palabras no tenían efecto en el. Tampoco los proyectiles que fueron arrojados con malas intenciones.

—¿Cómo se encuentra, princesa?— Pregunto conteniendo su voz.

Ella estaba asustada, sintió un impulso por llorar, pero no podía hacerlo, no porque no quisiese, si no porque en verdad no podía.

—Bien.— Titubeo.

Fue entonces que Nonek levanto una barrera contra los proyectiles que fueran arrojados contra ellos. Las piedras al impactar simplemente se desviaban, igual como si impactaran contra un grueso muro.

Era lo menos que podía hacer. En su mente ya habia creado múltiples escenarios para matarlos a todos. Pero no lo hizo realidad por la princesa.

Avanzando entre la multitud furiosa, varios ojos siniestros observaban fijamente a la princesa. Bajo sus mangas llevaban dagas. Eran los asesinos reales que esperaban a su llegada.

Lo que no esperaban era que fueran marcados por los observadores, quienes seguían a cada uno de ellos desde las sombras y entre la gente.

El palacio se encontraba cruzando la capital, siguiendo un largo camino para llegar hasta el. Podían ser fácilmente emboscados durante el trayecto, si no fuera porque era Nonek quien la acompañaba.

Aquellos guardián que juraron protegerla desenvainaron sus espadas en contra de la princesa. Ella no se lo esperaba para nada, pero Nonek la protegió contra esos guardias al interponerse en el camino.

—¡Los traidores de la nación deben ser ejecutados al ser vistos, esa fue la orden real!— Grito uno de los guardias.

Nonek, quién estaba con su sable en guardia contra ellos, reconoció la presencia de los asesinos reales a sus alrededores.

La Princesa Vampiro; Un Mundo DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora