20. - Capítulo IV : La Rosa Escarlata

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Unos recuerdos aparecieron en medio de esa oscuridad absoluta que la rodeaba en un frío vacío en el cual se encontraba. Una helada tormenta con fuertes vientos había golpeado aquel pueblo. Ella estaba golpeando con todas sus fuerzas la puerta de su casa, pero nadie le habría, o siquiera lo habían intentado.

Sus manos ardían, y sus lágrimas se convertían en cristales mientras sus gotas de sangre corrían por toda su mano hasta llegar a la yema de sus congelados dedos, donde finalmente caían dolorosamente frente a sus temblorosos pies.

¡Mamá, papá. Grito la niña, pero nadie le respondió.

Volteándose lentamente pudo ver que nadie había salido a su encuentro.

«Quizas no me pueden oír con esta tormenta» Pensó, y dejando de golpear de una vez aquella puerta se llevó las manos a su cuerpo, donde esperaba que recuperarán algo de calor.

Observó a todos lados en busca de refugió, pero su visión se limitaba a siquiera unos pasos al frente. Su caminar fue lento y torpe, su pequeño corazón daba todo de sí para seguir adelante, pero resultaba una batalla imposible para ella.

Tras unos minutos caminando llegó a una cueva, que para su suerte, desviaba el frío y la tormenta a los lados, tema por el cual su interior era cálido, aunque en realidad su temperatura seguía siendo baja.

Entró lentamente casi sin poder respirar correctamente y con su cuerpo apuntó de perder la batalla. Y sin más, con su corazón afligido, se acomodó en una esquina, en medio de las piedras y se acurrucó. Manteniendo su calor corporal un tiempo más mientras soportaba aquella tormenta.

«Mamá, papá» Repitió en su cabeza. Y mientras estaba ahí, intentando conservar la calor, una lágrima brotó de sus adoloridos ojos. Esta recorrió su pálida mejilla, hasta que finalmente cayó sobre una pequeña flor que yacía bajó su rostro. Esto provocó una reacción en la flor, y esta comenzó a emitir un brillo suave, y al igual que un calor cariñoso, abrazó con ternura el pequeño corazón de esa niña. Protegiéndola del frío y de sus demonios.

Fue entonces que La Rosa Escarlata despertó en una habitación aromatizada con velas. Había algunos muebles, y en medio de todo el cuarto había una gran cama. Observando confusa el lugar, descubrió que estaba encadenada a la pared desde las muñecas y los pies, por lo cual, estaba limitada en cuanto a las acciones que podía realizar.

Forcejeo contra esas cadenas un par de veces, pero no consiguió absolutamente nada más que lastimarse. Entonces unos pasos se pudieron escuchar provenir fuera de una puerta que se encontraba en la esquina del cuarto, a su derecha. De ella aparecieron dos goblins, uno de ellos era el mismo de antes, y el otro era notablemente más bajó, encapuchado con una capa rojiza y llevando a su mano derecha un bastón con símbolos de varios ojos sangrando.

A esas alturas ya fue sencillo reconocer que esos símbolos eran pertenecían a esas sectas locas pertenecientes a los adoradores de la luna sangrienta, uno de sus tantos símbolos que tenían. Aquel goblin hechicero se despidió del mayor con una desagradable reverencia, dejándolo únicamente con la compañía de La Rosa Escarlata.

Despiertas a tiempo, Escarlata.

¿Tiempo para qué?— Preguntó ella mientras no quitaba su mirada de aquel goblin.

A estas sagradas horas, nosotros crearemos al ser más poderoso que que haya existido en el Nuevo Mundo. Con la esencia mágica de un Señor, junto a la violenta magia manipulable de la gran hechicera, ¡se dará un ser mágico imparable!

La Princesa Vampiro; Un Mundo DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora