Cuando su mundo fue destruido, él apareció para remediarlo. Cuando la frialdad del mundo la asoló, él apareció para restaurarlo.
Cuándo el noble se enteró que alguien especial acabaría con su vida, ordenó a todos los padres en la ciudad y los pueblos que abandonaran a sus hijos que hayan nacido con cualidades mágicas. A cambió, perdonaría sus vidas.
Mis padres eran solo unos pobres sin trabajó. Vivían de lo que recibían y siempre nos habían enseñado el calor de una familia unida.
Cuando estaba con ellos sentía que todo estaría bien, que nada podría pasarme si me portaba bien y era una buena niña.
Pero no fue así. Había vívido una mentira. El amor indiferente que decían tener fue comprado por unas monedas de oro. Fue aquello que destruyó mi mundo, pero aún no estaba lista para aceptar esa realidad, y me aferré a mi seguridad que había depositado en ellos, que jamás sentiría frío, o hambre.
Pero ahí estaba. Con la tormenta más fría de la década, con mis manos sangrando mientras esperaba a que me dejaran entrar, esperando a que me abrazaran una última vez antes de no poder verlos más. Pero jamás abrieron, o siquiera respondieron a mis llantos.
Culpe a la tormenta en ese entonces de que no fueran capaces de oírme, aún incrédula, me mantuve firme un tiempo más, con la esperanza de que abrieran la puerta, de que estuvieran preocupados por mí.
De qué... Aún me amarán.
Pero mientras pasaba el tiempo, una parte de mí lo había aceptado, había entendido que jamás me abrirían esa puerta, que jamás me permitirían volver a verlos. Que jamás volvería a ser amada.
Aún recuerdo esa sensación. Te hace sentir vacío, te hace sentir insignificante. Una vez que mis esperanzas se acabaron, y mis manos dejaron de doler, fue entonces que me marché. Y durante unos minutos camine en medio de esta infernal tormenta. Con una visibilidad nula y mi cuerpo cerca de quedarse inconsciente.
Tras unos minutos me encontré una cueva, y sin tener a otro lugar donde ir, opte por ingresar dentro.
El cambio de temperatura fue evidente. Su interior estaba cálido, lo suficiente para poder pasar la tormenta sin la necesidad de morir congelado, cómo seguramente muchos de mis amigos debieron hacer esa misma tarde.
En el interior de la cueva encontré una flor. Era difícil que crecieran en un entorno así, pero eso la hacía especial, eso me hacía especial.
Me acerque a la flor y me acurruque a su alrededor. Pensando en lo que había sucedido antes, mi corazón quedó completamente afligido. Y en medio de esa cueva una lagrima brotó de mis ojos.
Esta recorrió lentamente mis mejillas, acariciándome suavemente, igual cómo lo hacía mamá. Hasta que finalmente cayó sobre uno de los pétalos de la flor.
Durante unos segundos la observé. Era tan hermosa, tan frágil, y tan delicada, y llegué a pensar que pudo haber sido una princesa cómo la de los cuentos. Una princesa que por culpa de una maldición perdió a su príncipe, y con tal de recuperarlo se convirtió en una hermosa rosa. Así, su príncipe volvió, pero ella ya no estaba. Ambos quedaron destrozados, pero ambos se tenían el uno para el otro, tanto en la vida cómo en la muerte.
Cerrando los ojos, pude percibir una débil luz roja emanando frente mío. Era la flor, estaba brillando con colores vivos, los mismos que se encontrarían en el jardín de alguna princesa.
— ¿Cómo te encuentras hoy, querida flor?
No respondió, ¿Qué era lo que esperaba en realidad? Aún así, sentía que podía escucharme, que podía sentir mis sentimientos. Así que le volví a dedicar unas palabras con ternura.
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La Princesa Vampiro; Un Mundo Desconocido
FantasySer parte de la realeza no es sencillo, mucho menos cuándo por accidente todo un reino se ve sometido a una transformación total. La supuesta causante de la transformación de todo el reino es nadie menos que su propia princesa, y todo por estar prac...