Capítulo 35

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(POV Killian)

Emma está aquí, en mis brazos, y está bien.

No sé cuántas veces me he repetido esto a mí mismo durante la noche, y ahora que vuelvo a tenerla enfrente, sentada sobre mí, me lo vuelvo a repetir. Después de todo lo que he sufrido estas semanas atrás, todavía me cuesta asimilar que ella nunca me abandonó, si no que Milah, la mujer de la que estuve enamorado hace siglos, me la arrebató.

Me estremezco ante ese pensamiento, pero pego más a Emma a mi cuerpo y se me pasa. La miro directamente a los ojos, verdes, tal y como los recordaba, tan llenos de vida que parece mentira que ayer pensaba que la podía perder en cualquier momento. ¿Y esos labios? Podrían volver loco al hombre más sereno de todos los reinos, pero lo siento mucho, hace tiempo que llevan mi nombre.

Pongo mi mano en su barbilla y, poco a poco, la acerco a mí hasta fundirnos en un beso lento, en el que pongo toda mi atención, incluso llego a olvidarme de respirar por unos instantes, pero ahora mismo la necesito a ella incluso más que al aire. Cuando empiezo a notar ardor en los pulmones, me separo, pero no demasiado, descansando mi frente apoyada en la suya.

- Echaba esto de menos. -Dice Emma intentando recuperar el ritmo de la respiración normal.

- Yo también, no sabes cuanto.

Nos quedamos en silencio, disfrutando la compañía el uno del otro, sin que nada ni nadie nos moleste, solos, ella y yo, sin la necesidad de decir nada, nuestros cuerpos se las apañan para comunicarse entre ellos.

- ¿No crees que deberíamos hablar? -Pregunta ella.

- ¿Sobre qué?

- No sé, literalmente no tengo ni idea de lo que ha pasado desde la última vez que nos vimos y, supuestamente, deberíamos estar casados.

- Hablaremos de todo lo que quieras, lo prometo. Pero primero tengo que saber si estás bien.

- Estoy bien.

- No, lo digo en serio. Has estado mucho tiempo ahí abajo y eso me preocupa bastante. ¿Sabrías decirme si comías o bebías lo suficiente? Y quiero la verdad.

- Creo que no, apenas tenía fuerza para mantenerme sentada y en algunos momentos he llegado a sentirme realmente débil, creo que incluso llegué a desmayarme en alguna ocasión. Pero ahora me encuentro mucho mejor, sigo estando débil, pero no tiene nada que ver con cómo estaba hace unas horas... o días, sigo sin recuperar del todo la noción del tiempo.

- ¿No tienes ni idea de cuántos días has estado encerrada?

Ella me mira pensativa y niega con la cabeza, sin mirarme a la cara, como si estuviera avergonzada. Yo vuelvo a cogerle de la barbilla y la obligo a mirarme.

- Eres toda una luchadora, Swan, porque incluso estando en las condiciones más pésimas, has conseguido sobrevivir tres semanas demostrando ser mucho más fuerte que yo en plenas facultades.

- ¡¿Tres semanas!? -Dice abriendo los ojos.

- Sí, ojalá hubiera sabido esto desde el principio, no habría parado hasta encontrarte.

- Pero pensaste que me había ido. -Susurra.

- Lo siento. De verdad. Lo siento muchísimo, Swan. Tú no te mereces nada de lo que ha pasado y si yo no hubiera sido tan estúpido, habrías salido de ahí mucho antes.

Aparto la mirada de su rostro en las últimas palabras, no puedo ni mirarla a la cara. ¿Cómo he podido pensar así? Todo lo que ha pasado es culpa mía. Jamás me perdonaré esto, no importa el tiempo que pase, sé que nunca lo haré.

El amor es inesperado (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora