Capítulo 5

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Clío

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Clío

Definitivamente algo no anda bien.

Atlas respira airadamente, sus cejas estaban fruncidas y sus nudillos están exageradamente pálidos por la presión ejercida. Observo como intenta tomar aire una y otra vez, su mirada se dirige a Sol y poco a poco logra relajarse.

Mi hija lo observa entre confundida y asustada, claramente hasta ella es capaz de notar que Atlas se encuentra en un mal momento.

— ¿Qué sucede? — cuestiono de manera suave para no alterarlo más — ¿qué está mal?

Él me observa entre incrédulo y enfadado, por lo que solo soy capaz de sostenerle la mirada hasta que decida hablar.

— ¿Dónde estaban? — pregunta en un tono que no me agrada.

— ¿Disculpa?

—Sólo responde— responde— ¿dónde estaban?

Mi cabeza trata de encontrar una razón por la cual él esté tan molesto, sin embargo, no lo logro. Jamás se ha dirigido a mí de esa manera, es incluso un poco intimidante, pero cuando la vida constantemente vive enfrentándote a personas con actitudes extrañas, de una u otra manera te vuelves un poco inmune a ellas.

—Primero que nada, disminuye tu tono de voz conmigo— comienzo— segundo, deja de darle tantas vueltas al asunto y dime cuál es la causa de tu enfado— prosigo, mientras enderezo mi postura— y, por último, mi hija está presente y no voy a tolerar esto con ella aquí.

Comienzo a caminar hasta entrar a mi residencia, escucho como inhala y comienza a seguirme.

—No, dejaré a Sol con la Señora Marta— le digo, mientras lo observo sobre mi hombro— espera aquí.

Durante toda mi vida he permitido que las personas me traten cuál basura, me han pisoteado más veces de las que puedo contar y han intentado denigrarme infinitas veces. Por las malas tuve que aprender a defenderme a mí misma, tuve que aprender a reconocer lo que merezco y lo que no, y más que nada tuve que aprender a darme a respetar.

Sé que he cometido errores, que muchas veces ni siquiera yo soy capaz de controlar mis acciones, pero eso no quiere decir que debo permitir que me traten como a cualquier cosa. Soy humana, merezco respeto por el simple hecho de ser un ser vivo y me rehúso a volver a ser la niña a la cual su padre abofeteó y llamó "fácil".

Estoy sola, lo sé. Todos los días me levanto con el pensamiento de que no tengo a nadie más que a Sol, claro, la Señora Marta ha sido un gran apoyo, pero ella tiene su vida y no merece preocuparse aún más por nosotras.

Volver a ser una carga para los demás no es una opción, por lo que me he acostumbrado a saber que mi hija es todo lo que tengo y tendré. No trabajo, estudio y mantengo a mi hija todos los días, como para que alguien venga y me dirija un mal trato.

Entre Dos SolesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora