Capítulo 38

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Narra Atlas

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Narra Atlas

Hace algunos meses... "El día que Clío, Atlas y Sol se conocieron"

Soledad.

Una perfecta palabra para describir como me encuentro en este momento y como estoy desde hace unos años. Tomo un respiro profundo al observar lo que probablemente sea un nuevo infierno para mí, nada nuevo.

Acomodo mi capucha y con la mirada baja ingreso al edificio, no quiero que las personas reparen en mí y que desde ya comiencen a hacer suposiciones sobre mi vida. Me giro hacia la entrada de la clase en la que me asignaron y no he puesto un paso dentro, cuando las miradas se dirigen hacia donde me encuentro y recibo desde miradas de lástima, hacia miradas de repulsión.

Admito que esto me hace tensarme más de lo que ya estaba, pero no permito que noten como me afecta. Sin girarme a verlos, me instalo en los pupitres del fondo y aunque iba a sentarme en el de la esquina, observo una pequeña silla amarilla detrás de ese pupitre y para evitar problemas decido sentarme en el que sigue luego de ese.

Cruzo mis brazos sobre mi pecho y observo harto todo el salón de clases, odio todo esto. Si fuera por mí, ya hubiera terminado con todo esto, pero prometí no hacerlo. Observo mis manos y en un auto reflejo las cubro con las mangas de mi chaqueta.

Es simplemente imposible ocultar cada una de mis cicatrices y aún más imposible si hablamos de la que tengo en el rostro. Observo en completo silencio y de manera disimulada hacia la puerta y mi rostro es completamente serio cuando alguien decide verme. Pasan unos minutos en los que admito, me aburro, pero luego observo algo que me hace fruncir el ceño en desconcierto.

Una chica castaña, con una niña que bien podría ser su fotocopia, entran al salón como si hubieran corrido un maratón. La chica le da una sonrisa amistosa a los del curso, pero no saluda directamente a ninguno. Observo como caminan hacia el final de la clase y admito que no puedo evitar notar lo bella que es ella. Tiene el cabello castaño corto, piel blanca, hermosos ojos color miel, nariz perfilada y labios carnosos. También, si se me permite decirlo, una hermosa contextura.

Sacudo mi cabeza para salir de esos pensamientos y luego comprendo que la pequeña silla amarilla es de la niña. Volteo mi mirada en dirección contraria para que la niña no se asuste al verme.

Pero al parecer ella no opina lo mismo, siento un pequeño jalón en mi chaqueta y bajo mi mirada hasta toparme con unos pequeños ojos entre mieles y grises. La niña me sonríe y sin poder evitarlo le devuelvo la sonrisa, tiene el mismo perfil que la chica a mi lado.

Ella señala mi gorro gris con su pequeña mano y eso me hace soltar una risa casi imperceptible. Debido a que la chica que la traía no ha reparado en mí, decido no hablar para no llamar su atención y causar problemas con ella, ya que estoy seguro de que no le causará gracia ver a alguien como yo interactuar con la niña.

Entre Dos SolesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora