Capítulo 12

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Clío

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Clío

—Atlas, yo...

—Dime.

— ¿Prometes no huir? — pregunto y él toma mis manos en las suyas.

—Es más probable que lo hagas tú, a que lo haga yo— responde y comienzo a acariciar sus manos al sentirlas temblar.

—Me gustas— suelto finalmente y soy consciente de que contiene la respiración.

—Tú...

—No te estoy pidiendo que sientas lo mismo— respondo precipitadamente— es solo que no quiero seguir escondiéndolo y quería saber qué piensas— pregunto nerviosamente.

Él se queda en silencio mientras yo espero por una respuesta que nunca llega, él no dice nada. Él no responde nada por largos minutos.

Y es ahí cuando entiendo que él no siente lo mismo. Me pongo de pie y comienzo a recoger sus cosas, ya que no sé si aguantaré por más tiempo mis lágrimas.

No es necesario que diga nada, pero no me siento cómoda teniéndolo en la casa, lo mejor es comenzaran a poner un poco de distancia en lo que logro sacar esto que siento de mí.

— ¿Qué haces? — pregunta poniéndose de pie cuando nota que he terminado de tomar todas sus cosas.

—Ya es demasiado tarde, lo mejor será dividirnos lo que resta del trabajo en dos y de esa manera...

No logro terminar mi discurso cuando siento como toma sus cosas de mis manos y las tira al suelo.

— ¿Qué...? — comienzo a decir al sorprenderme por su arrebato.

— ¿Lo dices en serio? — pregunta viéndome directamente y yo tengo que subir un poco la mirada por la diferencia de estatura entre él y yo.

— ¿Crees que tomaría esto como un juego? — pregunto y siento como mis ojos comienzan a nublarse, por lo que volteo y me alejo de él.

—Oh no, ¿por qué estás llorando? — dice en un tono preocupado. Intenta tocarme y me alejo para que no vea lo mal que me encuentro.

El ciclo continúa, inconscientemente le entrego mi corazón a alguien y se lo quedan sin dar nada a cambio, no debería de seguir sorprendiéndome, sin embargo, lo hace. Ya debería de estar acostumbrada a ser la única que se encariña con los demás y que nadie lo haga conmigo.

Admito que esperaba, aunque sea un rechazo un poco menos doloroso y no solo ese angustiante silencio.

El teléfono de Atlas comienza a sonar, sin embargo, lo ignora. Cuando intenta acercarse a mi de nuevo, su teléfono vuelve a interrumpirlo.

—Contesta la llamada.

—No, espera...— dice y me harto ya que el teléfono no deja de sonar.

—Contesta— exclamo molesta, a la vez que froto mi rostro.

Entre Dos SolesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora