Capítulo 27

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Clío

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Clío

Tlas— llora Sol descontroladamente. Mi hija se ha caído de las gradas y se ha abierto un poco su mano en la parte de arriba con el filo de la grada y no sabemos si se la ha fracturado, ya que cada vez que intentamos movérsela o tocársela pega de gritos. Atlas al verla tirada en el suelo rápidamente la tomó en brazos y comenzó a revisar que se encontrara bien y que no se haya dado un golpe en la cabeza. Yo me encuentro preparando una pañalera con todas las cosas necesarias que Sol puede llegar a utilizar, ya llamamos a un taxi y en cualquier minuto debería de estar aquí.

—Tranquila— murmura Atlas meciéndola de un lado a otro, ambos nos encontramos bastante preocupados, pero debemos de mantener la calma ya que necesitamos enfocarnos en Sol. Mi hija está tan molesta que le dio por capricho, que solo Atlas pueda ver como se encuentra su mano. Parece ser una cortada superficial y ya hemos logrado pararle un poco la sangre, pero lo que nos preocupa es la muñeca.

Escuchamos el sonido de un auto deteniéndose frente a la casa y Atlas rápidamente toma mi mano para que salgamos apresuradamente de la casa. Sol se encuentra completamente roja por llorar tan fuerte y a mí se me aprieta el corazón al verla así. Atlas besa su cabeza y noto la preocupación en su mirada, la aprieta más contra su pecho y toma mi mano hasta que logramos llegar al hospital.

Con cuidado bajamos del taxi y yo le pago al chofer, para luego salir corriendo hacia la clínica. Lo bueno es que ya habíamos llamado para hacer cita con el pediatra de Sol, pero debido a que el que normalmente atiende a Sol no se encuentra en el país, nos recomendaron a otro señor.

Cuando la enfermera nos guía hacia la clínica. Yo abro la puerta y nos encontramos con el rostro sonriente del doctor.

—Buenos días— comenta y nosotros secundamos el saludo, él se acerca rápidamente al ver a Sol llorar— veamos qué pasó linda— dice y cuando intenta tocar su mano, ella rápidamente la aleja y entierra su rostro en el cuello de Atlas. Sol claramente se encuentra muy sensible.

Atlas con cuidado toma su mano y se la tiende a el doctor, él la toma suavemente y comienza a chequearle la herida. Le indica a Atlas que se siente en la camilla, con mi hija en brazos y yo me acerco a acariciar el cabello de Sol para distraerla, a pesar de que continúa llorando.

Luego de chequearla y de hacerle una radiografía nos piden que esperemos en lo que los resultados son entregados. Nos encontramos sentados y Sol poco a poco ha dejado de llorar, pero no del todo. Yo acaricio su frente y ella me mira a través de sus pestañas húmedas.

— ¿Crees que se haya fracturado la muñeca? — le pregunto a Atlas y él me observa.

—No lo creo, esperemos que no— dice y besa mi mano para transmitirme tranquilidad, yo asiento para que sepa que todo va a estar bien.

Luego de unos minutos, aparece el amable doctor de unos cuarenta años y viene hacia nosotros con unos papeles en las manos. Por lo que leí en su identificación es de apellido Fernández.

Entre Dos SolesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora