Capítulo 11

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Clío

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Clío

Observo de reojo a Atlas desde mi asiento y él parece incómodo por mi intensa mirada.

—Sé que no soy algo bueno de ver, pero ¿podrías dejar de verme de esa manera? — dice removiéndose incómodo en su asiento.

—No, estoy bien así— le digo y él parece morir de ansiedad.

He decidido que no iré y le diré directamente lo que siento, pero que seré más obvia y tal vez de esa manera logro que él se dé un poco de cuenta de que me atrae.

—Es incómodo Clío— dice mientras intenta esconderse con su capucha.

—No estoy haciendo nada malo, solo te estoy viendo— le digo y admito que me agrada ponerlo nervioso.

—Claro que no— dice irónicamente— solo llevas todo el día viéndome raro, sin darme una explicación del por qué lo haces— dice y veo la frustración en su mirada.

—Es que hoy amaneciste muy atractivo— tiento a mi suerte y por la mirada que me dirige, creo que está a nada de que le dé un ataque nervioso.

— ¡Deja de hacer eso! — comenta frustrado— estoy exactamente igual que siempre.

—A eso me refiero— le digo dándole una sonrisa y veo cómo se levanta de su asiento, totalmente sonrojado.

—Iré al baño— dice alterado y me río.

Creo que no estoy logrando mi cometido, pero al menos he descubierto que puedo ponerlo un poco nervioso. Eso es algo bueno, ¿no?

Pasan unos minutos y yo me encuentro jugando un poco con Sol, ya que ya he terminado el trabajo en clase, Atlas llega unos segundos después y su cabello mojado, me hace ver que ha pasado agua por su rostro. No me dirige ninguna mirada y se sienta al lado de la silla de Sol.

Tlas— lo llama Sol— tengo sueño— le dice mientras frota sus ojos. Él la toma en brazos y comienza a mecerla suavemente. Sol poco a poco está mejorando su habla y eso me pone feliz, pero al mismo tiempo un poco nostálgica.

Está creciendo tan rápido, pienso.

Los observo con ternura en la mirada y Atlas, al darse cuenta, me da la espalda.

— ¡Hey! — digo abriendo la boca, totalmente ofendida— no me ignores.

—Cuando dejes de actuar de esa manera tan extraña, me avisas— comenta y quiero reír por lo nervioso que se encuentra.

—No puedes prohibirme el verte— le digo y me siento frente a él.

—¿Qué es lo que se supone que intentas? — pregunta mientras besa la cabeza de una, ya casi dormida, Sol.

— ¿Yo? Nada— comento y él simplemente rueda sus ojos.

—Entonces deja de ponerme nervioso— pide mientras se remueve en el suelo.

Entre Dos SolesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora