Capítulo 36: Entre la mente y el corazón I

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Capítulo 36: Entre la mente y el corazón I

"A veces un rey tiene que hacer cosas terribles

para proteger a aquellos a quienes ha jurado cuidar.

Cuando las apuestas son tan altas, hay que tomar decisiones terribles.

Es la responsabilidad de un Rey asumir esa carga, esa culpa".

Cómo traicionar a confianza de un dragón - Cressida Cowell

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En una isla deshabitada llena de niebla y de olor azufroso había una construcción resguardada por decenas de vikingos. Adentro había un montón de folgos malolientes y cajas con poco alimento semi podrido, además de olores desagradables y lloriqueos percibidos que iban desde bebés, niños, mujeres y jóvenes varones.

Un hombre irrumpió en la rutina, abriendo la única puerta de golpe y arrojando un cajón de madera con algunos alimentos en mal estado y en mal estado.

Los más pequeños se abalanzaron contra la comida, buscando algo agradable que degustar después de días sin haber comido, sin embargo no lograron encontrar algo atractivo a los ojos ni al gusto. Estaban encadenados, la movilidad era muy corta a las distancias que debían recorrer para buscar alimento o incluso hacer sus necesidades. Era deplorable.

-¿Para qué nos tienen aquí? ¿No se han dado cuenta de quiénes somos? –preguntó un muchacho de aproximadamente dieciocho años, fornido, pelirrojo, de un inusual cabello rizado y de ojos verdes, mientras trataba de quitarse el aro de metal alrededor de su cuello.

El cazador que estaba allí le sonrió landino. Le encantaba sentirse superior e intimidar a quien se pudiera, pero esto era mucho más diferente a lo que había hecho jamás, todas esas personas eran de cuna noble, eran sangre azul como se le conocía en otras partes del continente.

-Oh, joven príncipe Ulven, heredero legítimo al trono de Ouya, por supuesto que sabemos quiénes son todos ustedes. –respondió cínicamente. –Pero sus papás no tienen idea de quiénes somos.

-¿Qué necesitan para dejarnos ir? Si quieres oro mi isla tiene una gran cantidad de riquezas, mis padres te darían cualquier cosa por mí, por nosotros. –retó una de las jovencitas castañas con ojos azules, a lo mucho de dieciocho años también, que estaba encadenada por las manos a una columna.

-Gullet, cállate. –masculló su hermano mayor, de aproximadamente veinte años, parecido a ella, salvo por los ojos café, quien estaba su lado. –Te pueden hacer algo.

El mercenario se bufó de ella. Esa bravura lo éxito en sobremanera. -La tomó del cuello y la alzó. –No ocupamos tus vanas riquezas, princesa. Estamos en una isla que el piso prácticamente es de oro y plata. La fortuna la tienes sobrevaluada.

-Mi padre te matará... -masculló el hermano de la heredera. –tratando de zafarse, pero él estaba encadenado, sólo los niños, no.

La muchachita pataleó un poco, pegándole en el estómago. El malhechor se dobló de dolor por el golpe y la soltó contra el piso.

Gullet se arrastró alejándose de él y fue con su hermano, pero Solver no pudo hacer nada. Porque en el momento en que ella se aferró a él, el mercenario le pegó en la cabeza, dejándola medio inconsciente, cayendo de lleno al piso.

-¡No la vuelvas a tocar! –gritó Solver, el hermano de ella, aterrado, tratando de zafarse con desesperación, ya que le parecía indigno el trato que le daban al ser una princesa de una isla próspera y que no causaba problemas a otros vikingos.

Cómo Escuchar a tu CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora