Ligero lime, o lemon, al final de capítulo como quieran llamarlo. Están advertidos.
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Capítulo 32: Estamos juntos en esto (ligero lemon)
"¡Son las cosas más pequeñas del mundo las que deciden de nuevo el destino del archipiélago!"
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Las lágrimas empañaron su visión. Se limpió con rudeza sus ojos, para después aventar el hacha contra el tronco de nueva cuenta. Había derribado varios árboles en el bosque, y cada vez que lo hacía parecía que tenía más fuerza para derribar el siguiente.
No había otra forma en la que Astrid pudiera reprimir el dolor que sentía. Era traición, decepción y ese sentimiento de...
-¡Maldición! -masculló cuando el hacha cayó al lado del tronco que le servía de entrenamiento.
Estaba tan enfadada y dolida que ignoró por completo el rededor, en especial a quien ya tenía tiempo viéndola.
-Si sigues con eso podrás provocarte un aborto. –se escuchó una voz extraña a la orillas de ese claro.
Astrid se quitó la capucha y notó que era la princesa Amairani, la reconoció pese a la oscuridad. Debía seguir guardando las apariencias y controlarse.
-Princesa. -Astrid la saludó, inclinando levemente su cabeza, la pelirroja hizo lo mismo.
-Creo que no debería estar en este lugar y menos entrenando tanto, puedes provocarle daño al futuro heredero de Berk. –comentó con falsa preocupación, alzando una ceja, acercándose.
Astrid tragó duro, descuidó su retaguardia, debía cambiar el punto de atención. -Y una princesa, heredera del archipiélago tampoco debería estar lejos de su padre en una isla desconocida, menos en la noche. –desvió el tema mientras recogía su hacha.
Amairani le sonrió socarronamente. –Touché, si fuera un juego de Mazas y Garras, me habrías ganado con tus palabras, ¿conoces ese juego?
-Por desgracia sí, y he aprendido buenas estrategias. –comentó al levantar su hacha. -¿Qué has venido a hacer al bosque?
Amairani soltó un largo suspiro. –A decir verdad fui a buscarte a tu cabaña, para pedirte perdón por el trato que se le dio a tus amigas y a ti. Pero te vi salir de tu casa, y por tu semblante, supongo que tú y el jefe tuvieron una discusión, ¿no es así?
La rubia se acercó un poco, tampoco quería publicar su vida privada.
-La vida de casada no es fácil, pero lo descubrirás cuando contraigas matrimonio. –se libró inteligentemente.
-Cierto, y si todo marcha como lo desea mi padre, me casaré pronto. –dijo con una sonrisa ilusionada.
Astrid se mostró curiosa, tanto que se le olvidó momentáneamente lo de Hiccup y el falso embarazo.
-No sabía que estabas comprometida.
-Aun no, pero pronto sí. –confesó ilusionada. Su falsa inocencia causaba curiosidad para todo aquel que la veía.
-Vaya, espero que seas feliz.
Amairani sonrió emocionada y complacida. –Si primero pasa lo que tiene que pasar, lo seré.
-¿Y qué es eso que detiene la boda? –preguntó curiosa de nueva cuenta.
Amairani cambió su semblante por completo, se acercó a Astrid y se colocó en posición altanera, pues era obvio que con lo que diría, la jefa daría guerra.
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Cómo Escuchar a tu Corazón
RomanceCon tantos cambios, deberes y decisiones, ¿cómo se puede ser el jefe que todos esperan y el hombre que tu familia necesita, sin que ninguno de los tuyos, ni tú, salgan lastimados? Entre la responsabilidad y el corazón, ¿cómo elegir? Un jefe protege...