Capítulo 40: Lojal forriader

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Capítulo 40: Lojal forriader

"A veces un rey tiene que hacer cosas terribles

para proteger a aquellos a quienes ha jurado cuidar.

Cuando las apuestas son tan altas, hay que tomar decisiones terribles.

Es la responsabilidad de un Rey asumir esa carga, esa culpa".

Cómo traicionar la confianza de un dragón - Cressida Cowell

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Muchos llantos y sollozos se escuchaban en el recinto. Todos estaban encadenados y maltratados. Exhaustos y de mal humor era la constante en todos los prisioneros. Golpes, latigazos e incluso patadas les habían sido dadas tanto a jóvenes, mujeres y niños por igual.

Muchas de las heridas de ellos presentaban infecciones severas, debían atenderse a la brevedad posible o empeorarían en estado, sobretodo porque la mayoría eran menores de edad. Habían intentado escapar de diversas maneras, pero sólo provocaba más golpes y castigos cuando los descubrían.

El hambre y la sed no les dejaban en paz, al contrario, algunos llevaban casi una semana allí y apenas podrían soportar el cansancio físico y mental que presentaban. De repente, en medio de la tenue luz de la antorcha que fungía como lumbrera, la cual estaba por apagarse; se abrió la pesada e impenetrable puerta. Le arrojaron un par de esponjas con agua a los rehenes y una que otra fruta o verdura podrida, detrás de esa caridad, dos hombres llegaron con una nueva acompañante para los cautivos.

-Suéltame, te lo ordeno. –escupió la mujer, poniendo todo de su parte para salirse.

El que la amarraba con las cadenas se burló. –Te conozco, preciosa, sabemos que no eres capaz. No eres una verdadera reina.

-¡Nunca me subestimes! –reprochó molesta, gruñendo.

El hombre se puso en pie y estuvo a punto de propinarle un golpe en el vientre, pero el otro lo detuvo.

-Déjame hacerlo por ti. En serio lo voy a disfrutar. –se ofreció gustoso. Ante el temblor de la mujer, recriminando su conducta, el hombre se acercó y le dio una bofetada que le hizo doblarse por completo, aunque no cayó al suelo debido a que las cadenas la soportaron por sus muñecas alzadas.

El guardia se rio por completo, empezando a creerle. –No sé qué le dolió más, si el golpe o que tú se lo hayas dado.

El hombre se encogió de hombros, restándole importancia. –No sé, preguntémosle. –se dirigió a la fémina, mirándola con desdén. -¿Reina Karena, qué te dolió más?

La castaña no logró evitar que sus ojos e inundaran de lágrimas, por el contrario. Sollozó, pero alcanzó a escupirle de nuevo en el rostro al hombre. –Eres un maldito cobarde, me arrepiento de haberme casado contigo, Eret. –masculló, sintiendo claramente que su mejilla empezaba a hincharse debido al golpe de él. Lo peor fue un hilito de sangre saliendo por su boca.

-Tranquila. -se acercó para darle un beso en la mejilla. –Lo superarás, así como superaste a tu antiguo amante.

La reina se colocó en posición fetal, protegiendo su vientre, ese secreto lo seguiría guardando, aunque no estaba segura del futuro que les esperaba después de haber perdido la isla. Su amado Berserk había sido atacado. Tenían todo para superar ese asalto, pero Eret los entregó, siendo capturada en ese instante, y sus hombres siendo tratados como esclavos, aun cuando luchó por erradicar esa terrible manera de vivir.

Cómo Escuchar a tu CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora