Capítulo 4: Prepárate

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Capítulo 4: Prepárate

"Crecer sucede tan rápido a veces, que nos pilla por sorpresa"

Cómo robar una espada de un dragón. –Cressida Cowell

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Iban de regreso a la aldea principal, pocas veces se les veía caminando juntos, en específico, tomados de las manos y con esas sonrisas tan amplias en sus rostros. Hiccup aprovechaba de vez en cuando para rodear a Astrid de manera protectora, o darle pequeños besitos, ya fuera en su cuello o en sus mejillas.

La rubia, por otra parte, entre juegos y bromas trataba de alejarse un poco de Hiccup, no porque estuviera molesta, sino porque tenía que arreglar algo, pero entre tanto jugueteo, era difícil realizarlo.

–Hiccup, deja que haga mi trenza, por favor, bien sabes que no me agrada tener el cabello suelto. –comentó mientras sujetaba su melena.

El jefe la soltó, ofendido, e incluso haciendo una mueca.

–Ni te quejes, que fuiste tú quien me deshizo la trenza. –defendió, a punto de finalizarla, colocándola sobre su hombro izquierdo.

–Sí, esa parte la recuerdo bien. –le dijo, acercándose a ella por detrás, dándole un beso en la mejilla, al cual ni siquiera pudo corresponder. –Además, tú también me deshiciste una. –reprochó, a manera de broma y vengativa.

Astrid se ruborizó un poco, apartando la mirada. Se acercó a Hiccup y le jaló el cabello, haciendo que el castaño riera por esa acción. Ágilmente, la rubia realizó una trenza pequeña, y aprovechó para ajustarle la otra.

–Tu cabello ya creció un poquito. –observó. –Dentro de poco tal vez pueda hacerte otra más. –dijo, emocionada, dando un pequeño saltito.

Hiccup abrió los ojos, pensando que tal vez debería cortárselo antes de que su esposa lo usara para jugar, en realidad no le importó, por lo que tomó la mano de la rubia y siguieron andando. El castaño acarició el brazo de ella para encontrar el camino a su mano, pero se detuvo en su muñeca, agarrando un brazalete que ella siempre portaba desde hacía casi un año cuando le pidió de manera indirecta que se casaran.

–No te lo has quitado, ¿verdad?

Astrid negó con la cabeza. –Sabes... el brazalete se lo regresé a tu mamá cuando lo vio. Le dije que era de ella, y que si quería, podía regresárselo.

–Me lo comentó. –recordó el chico.

–Sí, pero ella me dijo que no, que ahora me pertenecía, que este brazalete ha sido de las esposas de los jefes en varias generaciones atrás.

–Así, es. Y sólo tú puedes portarlo. –recalcó con orgullo, ahora dirigiendo su mano al cuello de la chica.

–Y por lo que veo, tampoco te has quitado el collar que te hice. –observó, sonriendo. –Ni el medallón de tu mamá.

La rubia volvió a negar. –No, este es más especial tú me lo hiciste, para pedirme que fuera tu novia hace años, y el medallón, pues me hace recordar de dónde vengo.

Sonrieron levemente y siguieron su camino. No sabían ni qué hora era, sólo que era muy tarde porque incluso algunas de las lumbreras que había, ya ni emanaban el humo de la madera consumida conforme se acercaban a la aldea, hasta que sigilosamente entraron a la casa, tratando de hacer el menor ruido posible, pero en medio de la oscuridad, Hiccup se dio varios golpes mientras se dirigían a su habitación para dormir (provocando que Astrid se riera de buena gana) lo que quedara de esa noche, que hasta el momento, había sido maravillosa.

Cómo Escuchar a tu CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora