Capítulo 23: Vivir sin hacer lo que el corazón quiere no es vivir

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Capítulo 23: Vivir sin hacer lo que el corazón quiere no es vivir

"Si no eres capaz de hacerte reír o llorar a ti mismo,
¿cómo vas a lograrlo en otras personas? ".

Cómo entrenar a tu dragón. — Cressida Cowell

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Llevaba rato revisando la lista que Snotlout le había ayudado a enumerar.

Los daños en Berk habían sido muchos, especialmente porque desde la batalla anterior habían quedado muchas construcciones y arreglos pendientes, pero a decir verdad no había puesto atención en esos detalles.

Habían pasado días desde el ataque, diariamente se pedía a los jinetes más experimentados que realizaran expediciones por todo el perímetro para ubicar a Drago, quien por suerte de él seguía vivo, aunque no por mucho tiempo.

-¿Con qué empezamos primero, señor? –preguntó Gerald, uno de los comandantes de la defensa de Berk, fiel seguidor de Astrid y la casa Hofferson.

Hiccup despertó de su ensoñación.

El Gran Salón lucía como albergue de quienes perdieron sus casas en la batalla, por un lado estaban los heridos, y en otro, los que preparaban víveres para alimentar a los damnificados. Eran muchas las necesidades, pero también era una manera de no pensar en el problema con el que estaba Astrid.

-Sí, considero que primero la reconstrucción de los puentes y muelles así es más fácil transportar los materiales y reconstruir las cabañas. –el vikingo asintió. –Snotlout. –llamó al segundo encargado. –Lleva a los dragones, que te ayuden a cortar los árboles, del bosque de Punta Cuervo, el terreno es difícil, pero es la madera más resistente.

-A la orden jefe. –accedió el Jorgenson, pero tenía una petición más, sin embargo Hiccup la adivinó, era divertido ver cómo su primo estaba bastante emocionado ante la nueva sensación de una relación más o menos decente.

–Lleva a Ruffnut para que te ayude. –le guiñó un ojo, a pesar de su estado de ánimo, ayudaría a su amigo.

El chico sonrió ante la respuesta. Tras decir un par de indicaciones más se regresó a su casa, aunque no quería entrar porque si lo hacía seguramente tendría que hablar con Astrid, y llevaba más de tres días evitándola.

Entró a su hogar acompañado de Toothless, recogió una libreta donde llevaba los avances y la organización de Berk; salió de nuevo, aunque muriera de sueño, no deseaba dormir en el mismo lugar que ella para evitar incomodarla. Vio que Stormfly estaba en el establo y pensó que era buena idea irle a visitar y que estirara un poco las alas.

Entró confiado al establo.

-Hola Stormfly, ¿quieres volar un rato? –le preguntó buscando su silla de montar, pero se extrañó cuando vio que había pollo frente a ella y también traía puesta su silla.

-¿Qué haces aquí? –la voz ácida de Astrid lo sacó de su pensamiento. Se quedó de hielo y se fue dando vuelta poco a poco hasta que sus miradas se cruzaron con sinceridad por primera vez en esos días.

-Pensé que Stormfly quería volar y...

-Es mi dragona, yo seré quien la saque a volar. –comentó bajando la mirada y ajustando la silla mientras la Nadder dejaba de comer, feliz de ver a su jinete ya más restablecida.

-¿Y ya puedes hacerlo? –preguntó preocupado, tratando de no ser tan directo con el tema.

Astrid se resopló molesta, acomodando su flequillo, calara señal que su esposo interpretó.

Cómo Escuchar a tu CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora