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Capítulo 22: Irreparable
"Si no eres capaz de hacerte reír o llorar a ti mismo,
¿cómo vas a lograrlo en otras personas? ".
Cómo entrenar a tu dragón. — Cressida Cowell
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Hiccup estaba ansioso en una planta inferior en la choza. Su esposa se debatía entre la vida y la muerte, y no sólo ella, también su bebé, su maravilloso hijo del que esperaba pronto estuviera bien.
Había movilización en la aldea, la victoria era inminente de nuevo, otra gran estrella y anécdota que se relataría en futuras generaciones para contarla. Él era un líder que debía acompañar a su pueblo, pero en ese momento, él era un hombre que estaba asustado por lo que podía ocurrir con su vida.
Pero esa maldita corazonada, esa sensación en el pecho que le decía una y otra y otra vez que no iba a cambiar nada.
En ese momento la puerta sonó, sacándolo de sus pensamientos negativos, inmediatamente él se levantó, dándose cuenta que allí estaba Sule, una muchacha, la ayudante y aprendiz de curandera a la que instruían.
-Buenas tardes, jefe. La señorita Heather me mandó decir que Gylda pedía por este té. –mencionó apurada. –Ella lo mandó pedir para su esposa, fue herida en batalla, ¿se encuentra bien? ¿Puedo ayudar? –preguntó acomedida.
El castaño sólo vio el té que estaba allí en las exquisitas manos de su súbdita.
La viuda de Finn Hofferson bajó de inmediato, viendo a su aprendiz, de metiche como siempre.
-Gracias, Sule. Ve a ayudar a los demás heridos. En un momento iré. –detuvo antes de que preguntara de más, a fin de cuentas el embarazo era un secreto.
-Como usted diga. –aceptó un ligero toque de inconformidad.
El jefe iba a cerrar la puerta, pero en eso vio que sus amigos iban corriendo hacia él, era obvio, estaban preocupados por Astrid.
-¿Cómo está?
Gylda resopló abatida, dirigiéndose a las escaleras.
-El sangrado se detuvo un poco, pero tiene mucho dolor. Te informaremos cualquier cosa. –comentó en voz baja, sin intención de dar buenas noticias, no las eran.
Cuando la curandera regresó a la habitación, Hiccup sintió que las esperanzas se iban con ella también. Se sentó al lado de Toothless, quien estaba tratando de descansar, habían sido días muy difíciles para él, y la batalla le dejaron algunas secuelas.
Por otra parte, el calor asfixiaba en el amplio cuarto. Gylda nunca había estado en la habitación de Astrid e Hiccup, de hecho ni siquiera Valka gozaba de tal privilegio, era algo que sólo les competía a los jefes.
Pero lamentablemente esa era la amarga excepción, pues la rubia estaba recostada en el duro lecho de madera, sufriendo un fuerte y agónico dolor en su vientre que incrementaba al paso de los segundos.
Gruesas lágrimas salían de sus ojos, empapando la confortable almohada que casi un año atrás recibieron como uno de los muchos regalos de bodas.
Astrid intentaba no sollozar, se había despedido de Hiccup, él le había dicho que todo iba a estar bien, pero, maldición, no era capaz de entender por qué ocurría de nuevo esa mala jugada.
Con sumo cuidado, Valka levantó las piernas de la rubia y con mucho pudor le puso un par de trapitos en la entrepierna. Hasta que Astrid se quejó.
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Cómo Escuchar a tu Corazón
RomanceCon tantos cambios, deberes y decisiones, ¿cómo se puede ser el jefe que todos esperan y el hombre que tu familia necesita, sin que ninguno de los tuyos, ni tú, salgan lastimados? Entre la responsabilidad y el corazón, ¿cómo elegir? Un jefe protege...